Burning hand [Libre]

Habían sido arduos días, sobre todo por el hecho que la maldita fecha del dichoso baile creado por el capitolio, en realidad siempre había considerado que había tenido muchísima suerte al no haberme visto involucrada en alguna locura política, y al recibir la carta... Eso sin duda, me irrita; ¿Como se siente saber que vivir es un día más es agonía? Maldecía a los bastardos del capitolio mientras golpeaba con fuerza el metal defectuoso, ¿Sería algo psyco decir que imagino la cara de nuestro señor presidente? Nah, estoy seguro que mucha gente hacía lo mismo... El problema era que yo hacía demasiado publico mi odio.

Si bien, mi madre ya me había dado una tremenda golpiza cuando estuve a punto de darle un martillazo en la cara de uno de los agentes de la paz, aún tenía muchas ganas de descuartizarles el cuerpo a martillazos... Solté violentamente el martillo al suelo donde hizo un sonido hueco y duro en el piso, alzando el polvo haciendome estornudar. -¡Demonios!- exclamé entre estornudos y tos seca raspandome la garganta, poniéndome de peor humor.

Tomé el escombro de los metales que quedaban y los tire en algo parecido a una gran olla donde se volvía a fundir el hierro para volver a utilizarla en la producción... Bastardos. Solté un suspiro y me senté mientras veía como la solidez del metal comenzaba a volverse un recuerdo en esa marejada color amarillo y rojo brillante... Era irónico que eso era lo más cercano que tenía a los lagos donde solía jugar de niño. Extrañaba la sensación del agua por mis tobillos subiendo y bajando suavemente mientras los peces curiosos se acercaban a mis pies. Y luego el recuerdo de mi padre se hizo en mi mente opaco de nuevo mis pensamientos. Me quite los guantes y lo aventé a un costado... Y nunca esperé que, al darme la vuelta, el guante hubiera terminado estrellada en la cara de una persona.

Me paralicé, realmente creía estar solo... Pero antes de poder maquilar una idea concreta que llevara a una discusión poco violenta lo único que salió de mi boca fue: -¿Que haces aquí? Es un lugar peligroso, vete.-

Sí... A veces se me olvida que mi boca se mueve antes que mis pensamientos, Pero no me iba a disculpar, ¿Por que? ¿Quien le manda estar detrás de mi, en un lugar donde no cualquiera debería estar? Rodé los ojos y al darme la vuelta mi mano se dio de golpe con una caldera hirviendo. -ouch.- fue lo único que murmuré viendo como el dorso de mi mano comenzaba a quedar en carne viva.

Bien al ver que era una chica solamente lo dejaba peor que un gato mojada, ¿Por que no un hombre mejor? Al menos ahí podía insultarlo todo lo que mi ronco pecho podría decir y llamarlo de veinte mil maneras más solo por el afán de ridiculizar... Pero por desgracia, no podía maldecir a nadie que tuviera senos... Aunque particularmente la chica de enfrente podría pasar como una tabla de planchar sin problemas.

Fruncí el ceño dándome cuenta que la chica había ignorado fervientemente mis palabras cuando le dije que se marchara. -¿Estas sorda o no entiendes lo que te digo? Fuera.- dije renuentemente mientras recogía mi guante del piso sintiendo un terrible ardor en la mano, si bien, mis manos eran ya duras después de tanto trabajo, la carne que había debajo de mi piel seguía siendo suave.

Alcé la ceja alejándome un paso para atrás, ¡Por que demonios se acercaba tanto! apreté el puño bueno, no podía, realmente no podía con las mujeres, su sola presencia me molestaba, ¡Irritaba! No podía empujarla, era... ¡Como si estuviera cubierta por un velo que impedía alzarle la mano o ser ... yo! Maldición.

¡Madre esto es tu culpa!

Y la maldita mano me estaba volviendo loco. La enrolle bruscamente con un trapo soltando un ligero quejido por el dolor de la carne al rozar con la textura rasposa del trapo. Solté un suspiro encarando a la pelirroja. -Lamentar no repara nada.- gruñí.

Pero la chica no parecía tener intenciones de irse pronto.

-¿Que necesitas?- dije después de una pequeña meditación.

[off: D: perdona al grosero u.u]

Bien, cada minuto me irrita más la pelirroja, sin duda se volvía más ridícula y quería mandarla a cambiarse, pero demonios, si su madre regresaba pronto y lo pescara peleándose con una chica, posiblemente lo golpearía hasta que se disculpara, ¡Mi vida era tan estresante! ¡Las mujeres son estresantes! ¡Estúpido Adán necesitado que pidió una Eva!

Solté un bufido cruzándome de brazos escondiendo mi malo lastimada, imponiendo mi cuerpo frente a ella. -¿Fue lo mejor que se te ocurrió? Creo que deberías aprender a utilizar más materia gris de la que utilizas normalmente.- resalte pensando que no era una buena manera de tratar a una chica... ¡Pero no podía evitarlo! ¡Era como si mi idiota boca pensase antes!

me mordí los labios intentando que ningún comentario se escapase de mis boca, aunque realmente se me hacía muy difícil la situación.- ¿Ayudarme en que?- gruñí, notando que no podía evitar el tono hostil en mi voz.

Vi de reojo uno de los compañeros de mi madre, uno con el que mi madre REALMENTE se llevaba MUY bien, y parecía que estaba escuchando toda la conversación... Y si estaba en lo correcto, iría enseguida a contarle a mi madre lo que había sucedido con la chica, y me tocaría una paliza por grosero... De nuevo.

Vi a todos lados rápidamente y tome una chaqueta de cuero algo destintada mientras me la ponía soltando quejidos de dolor por mi mano. -Vamos, yo te llevo.- dije pasando a su lado, prácticamente dando un brinco y saliendo del lugar.

-¿No oiste? ¡Vamos!- dije un poco desesperado. De verdad que las tablas de planchar eran más sordas que cualquier otras.