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Mensaje por Invitado Lun Abr 02, 2012 9:19 pm

La noche no era para él. En los últimos tiempos, dormir se estaba convirtiendo en una auténtica tortura. No podía conciliar el sueño, y cuando lo hacía, solamente le servía para ver la misma imagen una y otra vez. Niños pequeños incapaces de protegerse por sí mismos, unos niños que un día jugaban a perseguirse, y al día siguiente lo hacían para matarse entre ellos. Maldijo las normas de los juegos y maldijo su edad, estaba completamente seguro de que si fuera posible, se presentaría voluntario para salvar la vida de por lo menos un niño. Pero su deber y su destino no era ese. Debía hacerlos fuertes y protegerlos desde el exterior. ¿Acaso alguien como él era capaz de ello? Una y otra vez la imagen de su padre se filtraba en sus sueños, lo animaba a pesar de que era algo que él jamás hubiera aprobado. Sin embargo, se había prometido sacar adelante a su distrito. Y así sería.

La pesadilla hizo que se incorporase con rapidez de la cama, acompañándolo, tanto su espalda como su frente se habían llenado de un ligero sudor provocado en sueños. Su caja torácica se movía, rebelde, incapaz de detenerse. La misma escena de todos los días se repetía una vez más. Finalmente se deshizo de las sábanas y salió de la cama para dirigirse a la ventana. El aire lo refrescó, haciendo que se despertase por completo. Las calles se encontraban vacías, ni un alma había aparecido todavía, pero pronto encontró la respuesta. Dirigió la mirada al cielo, el sol estaba a punto de ponerse. Supuso que serían alrededor de las seis de la mañana, temprano para el mundo, habitual para él. Vistió una camiseta sencilla de color blanco, y unos pantalones tejanos desgastados –el número de veces en el que su madre había tratado de deshacerse de ellos tirándolos a la basura equivalía al número de veces en las que él los había recuperado.-

Una pasada rápida al baño lo llevó a lavarse la cara, con un agua tan fría que lo hizo olvidarse hasta de su propio nombre. Se observó en el espejo, dónde encontró el mismo rostro de siempre, ojos ligeramente hinchados, una barba que ya comenzaba a ser notoria, y unas ojeras que hacían de su imagen un cuadro “perfecto”. No cabía duda de que los nuevos Juegos estaban comenzando a acabar con él, y ni si quiera habían comenzado. Tomó algo de agua con sus manos y la vertió en su rostro, quitándose todo mal pensamiento. Vamos, él era Andrej Odair, tenía más que ventaja en los juegos. Con un nuevo pensamiento, o por lo menos un intento de ello, salió del baño, y caminó por los pasillos de la casa que tan bien se conocía. Se paró delante de la puerta número tres a la derecha y con sumo cuidado abrió la puerta. Allí encontró a su madre, que dormía en una cama de matrimonio, siempre dejando el lado derecho desocupado. Se adentró en la habitación, lo suficiente como para confirmar que dormía sin ningún problema. Tomó una libreta y un lápiz que guardaba en su mesilla, y escribió “He ido a la playa. Pronto estaré en casa”. Jamás se le olvidaría aquella vez en la que se fue de casa sin avisarla, aparte de ganar un terrible castigo, la preocupó en exceso. Pero no la culpaba, sólo se tenían el uno al otro. Salió del cuarto y cerró la puerta con sigilo.

Abandonó la casa y caminó dirección a su destino. La playa era el único lugar en el que realmente podía pensar, alejarse de toda la realidad y solamente debatir consigo mismo. Nadie más. Al ser todavía temprano, esperaba que las actividades de los pescadores todavía no hubieran comenzado. A pesar de lo orgulloso que se sentía de su distrito, no había sonido que más lo sacase de sí que el escándalo que armaban dichos trabajadores. ¿Acaso no sabían trabajar en silencio? Por la calle se encontró con conocidos, sobretodo mercaderes de avanzada edad, que saludó como compañeros madrugadores. Adoraba el aroma a mar salado que inundaba el distrito. Para él, el mar significaba libertad. Irónico que debido a las circunstancias, aún la libertad estuviera presente.

No tardó mucho más en llegar a la costa, dónde automáticamente se deshizo de sus zapatos y camiseta. Disfrutaría del mar al completo. Se acercó a la orilla, observando el Sol nacer en el horizonte, lo que le provocó una ligera sonrisa. Allí estaba, olvidándose de todo. Se remangó el pantalón y mojó sus pies en el agua, que todavía estaba fría, pero no lo suficiente como para hacerlo retroceder. En una nueva vista panorámica del lugar, encontró a lo lejos a una mujer de melena dorada en el agua. Pobre. Se había atrevido a entrar en su terreno.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Lun Abr 02, 2012 10:25 pm

Tras las más largas semanas de monotonía continua, encargándome de mi traviesa y a la vez dulce hermana Catalina mientras mi madre trabajaba como muchos en las grandes minas de la ciudad decidí dirigirme sin razón alguna a pasar unos cuantos días en aquel distrito cuatro que tanto mencionaba mi padre cuando yo era pequeña.

Era como una especie de sueño el ir ese lugar, más que por los recuerdos de mi padre, por el solo echo de que en ese lugar había una inmensa playa, por así decirlo y las exquisiteces de las que se hablaban en cuanto a comida, me avivaban de más la curiosidad.

Por la mañana había preparado cada cosa, en cuanto salieron los primeros rayos del sol me levante con cierto entusiasmo de la cama mientras veía a mi pequeña hermana apoderarse de ella una vez que deje el colchón libre, era tan tierna cuando dormía, pero no tenía tiempo para entretenerme con eso si quería salir, bese su frente que estaba cubierta por sus enmarañados largos y finos cabellos oscuros como los de mi padre y me desplace de puntitas para no hacer ruido fuera del cuarto entrando a la cocina sabiendo que mamá había dejado un generoso desayuno preparado, para hacerme la carga menos ligera, como adoraba a mi madre, siempre se lo había echo saber.

Devore un par de piezas de ese pan francés que tan alabado le tenía a mi madre y sin aún despertar a Cat puse manos a la obra con los deberes de la casa, limpiar aquí y haya para poder estar unos días libre fue como mi propio infierno personal, pero, aún así lo hice con la mejor dedicación posible.

A las cinco en punto me deje caer un tanto molida sobre el viejo sofá, mi hermana quien no había salido en todo el día de su cuarto por estar jugando se unió a mi y pase un tiempo de calidad con ella mientras mamá llegaba a casa, como si hubiera leído mis pensamientos esta llego y así las tres nos sentamos a disfrutar de una rica cena, que había echo especialmente con los gustos de mi madre y mi hermana como compensación por mi próxima "huida". Sí, no le había dicho a mi madre que iba a salir, sabía que en cierto punto estaba mal pero, si no era ahora, ¿Cuando?

Disfrute de una agradable charla con mi familia mientras cenábamos y pedí a mi madre a regañadientes prácticamente que fuera a recostarse mientras yo fregaba y acomodaba los platos. Esta nos dio la bendición una vez que nos acurrucamos en la cama y mi hermana como si supiera de mis intenciones se aferro a mi torso en un fuerte abrazo quedándose completamente dormida.

Ya entrada la noche salí a hurtadillas de la cama, el cuarto así como de la casa y para mi gran sorpresa mi madre que tenía un brillo especial en los ojos estaba en el gran portón para salir a la calle, claro, yo como siempre con la torpeza y la prisa, no había ido al cuarto de mi madre para cerciorarme de que estuviera allí, durmiendo o al menos leyendo, como siempre hacía.

-Se ve que tienes prisa- Dijo mi madre y yo retrocedí unos pasos dispuesta a adentrarme en la casa y esconderme bajo las cobijas de mi opaca cama. -Un poco, si- De milagro al hablar no tartamudee pero mi voz no tenía el tono adecuado, al menos no el que esperaba que saliera, mi mamá sonrío y eso en cierta forma me tranquilizo. -La casa esta impecable, Helena, hiciste un buen trabajo, tal vez demasiado para poderme dar cuanta de que tramabas algo- Yo presione mis labios apenada mientras miraba el piso mi madre se acerco y hundí los hombros esperando la reprenda. -Espero que te diviertas, eh visto los boletos días atrás, así que el Distrito cuatro ¿No?- Miré una vez más sorprendida a mi madre, ¿De verdad era tan buena o solo estaba soñando? No, no estaba soñando y por eso la amaba. -Lo siento... serán solo un par de días- Esta vez mi voz tenía el tono exacto de disculpa que quería demostrar, ella me abrazo y después de un momento se separo. -Ve, se que lo necesitas, y no me digas más que me arrepentiré- Sonreí agradecida sin decir más y camine hasta el portón directo hascia la estación.

Dormí gran parte del camino de ida a aquel distrito y en cuanto los primeros rayos del sol se reflejaron en la ventana que había sido mi almohada el extenso mar de ese lugar me maravillo por completo, sin más preámbulos al bajar del tren me dirigí y respire tranquila una vez que mis pies tocaron la fina arena, sin pensar dos veces me adentre en el agua sin tiritar por el estado que tenía y me dediqué a disfrutar de las pequeñas olas que golpeaban mi cintura haciéndome cosquillas.
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Mensaje por Invitado Mar Abr 03, 2012 2:34 pm

Pensó en todo, y a la vez en nada. Quería mantener su mente ocupada, pero le era prácticamente imposible. Sólo quería ser un chico más. Recordó la cantidad de veces en las que le había dicho a Annie que quería ser pescador, porque había descubierto que nadar era una de sus habilidades, y las veces en las que ella le había dicho que era algo que no le pegaba en absoluto. Pero era cierto, a pesar de haberse formado de forma brillante en la escuela del distrito, seguía sin cumplir con el perfil de pescador. No podía imaginarse alzando de la cola algún pez de gran altura o peso. No iba con él. Andrej Odair tenía que ser el centro de atención, debía brillar en cualquier actividad que se le presentase, pero nunca vio en la pesca su resplandor. La vida le estaba dando una oportunidad para sobresalir como mentor. ¿Y si realmente ese fuera el trabajo de su vida? No había nada que lo pudiera detener. Más valía que Panem estuviera preparado.

Bajó la mirada, situándola en sus pies, que se mojaban cuando la marea así lo pedía. Los removió ligeramente sobre el agua, mientras la arena mojada se filtraba entre su piel. Se estremeció cuando la sal del mar actúo sobre una de sus heridas. Escocía, pero probablemente lo curaría. Definitivamente tenía que deshacerse de aquella manía suya de caminar sin zapatos. Pero lo oprimían demasiado como para dejárselos puestos durante mucho tiempo. Así era él, cualquier tipo de atadura le resultaba impensable. El frío de la mañana era notorio, mas no lo preocupó, tanto tiempo se había dedicado a nadar con agua helada, que sus defensas lo protegían de cualquier tipo de resfriado. La única vez que algo así ocurrió, con tan solo doce años, cuando se encaprichó por salir a nadar en pleno invierno. Las consecuencias, un castigo de no salir durante dos semanas de casa. Esos días fueron terribles para él, si odiaba mantenerse quieto y encerrado, más lo hacía si era fruto de un castigo.

Los primeros rayos de sol atravesaron la transparente agua del mar, alcanzando su piel y alumbrando, al fin, el terreno. Dirigió una mirada a la arena, donde había dejado su camiseta y zapatos. No solía traer sus más preciadas pertenencias a la playa, ya que, a pesar de lo temprano que era, no sería la primera vez que algún “amigo de lo ajeno” se hiciera con ellas. Había perdido la cuenta de las veces en las que algo así le había ocurrido, pero jamás aprendía. Era su playa a pesar de que su nombre no se encontrase escrito en ella, pero así lo veía. Retrocedió un par de pasos para volver a la arena, y se deshizo de sus pantalones, quedando con el bañador que tantas veces había usado. Lanzó el pantalón hacia donde se encontraba el resto de sus prendas, y se adentró de nuevo hacia el agua.
Nadó durante unos cinco minutos, suficientes para practicar sus movimientos preferidos. Estiró sus músculos, y dejó que el mar se convirtiera en parte de él. Pero había algo, alguien, que no salía de su mente. Salió a la superficie y se detuvo, realizando una vista general a la playa. En el lado opuesto, se encontraba aquella mujer de melena rubia que había visto anteriormente. ¿Cuánto pensaba quedarse allí? Su presencia lo comenzaba a perturbar. Quería que se marchara, quería disfrutar de la playa él solo. De SU playa. Sin pensarlo dos veces, buceo en su dirección, utilizando las habilidades de nado que tan fácilmente había aprendido.

Al encontrarse a unos cinco metros de ella, y estando ella de espaldas, salió sigilosamente del agua. Observó el cabello que había visto desde la distancia, rubio, acentuado por la acción de los rayos del sol, y con un largo que le cubría más de la mitad de la espalda. No era del distrito cuatro. Si de algo servía la acción del mar en las mujeres del distrito, era para estropear de algún modo sus cabellos. Pocas eran las que se atrevían a dedicar su tiempo en el cuidado de una melena como aquella. –No deberías estar aquí. –Dijo para hacerse notar, mientras daba la vuelta para encontrarse con el rostro de la chica.
La reconoció instantáneamente, lo que le dejó un amargo rictus en el rosto. La conocía, claro que la conocía. Frente a él se encontraba la tan odiosa para él Meredith Vipointe. Desde la primera vez que la vio, en las iniciales reuniones de mentores, comenzó a atragantársele. Simplemente no podía con ella. Demasiada cara de ángel. –Y menos tú. –Concluyó, indicándole que se encontraba en el lugar erróneo, en el momento erróneo y con la persona errónea.


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Mensaje por Meredith H. Vipointe Mar Abr 03, 2012 3:36 pm

El vaivén del agua a mi alrededor se sentía bastante bien, mucho más que bien. La decisión de haber venido aquí después de todo el embrollo había sido un gran acierto.

Mis músculos, entumecidos en su mayor parte por mi antigua postura al dormir en aquel tren toda la noche se fueron relajando, casi podía decir que me sentía tan floja como una medusa por lo cual, después de un momento pude notar ese ligero cambio en el oleaje en cuanto alguien entro al agua no decidí tomar atención para seguir concentrándome en esa gran sensación.

Esa voz...Pensé con fastidió al escuchar una ya conocida voz, me gire apenas un poco pero antes de tal acto él ya estaba justo frente a mi, encarandome.

Andrej, con su perfecto cabello mojado, parecía uno de esos cotizados modelos que salían en esos esplendorosos comerciales de cualquier producto "sensación" en la televisión, ya lo imaginaba moviendo su corta cabellera o al menos deslizando sus largos dedos por el mismo, era algo que esperaba justamente de él, sacudí discretamente mi cabeza despejando aquellos pensamientos mientras le sonría falsamente, como me había acostumbrado con su chocante estilo y forma de ser. -Andrej, pero que descortés de tu parte el correr a los visitantes que vienen a disfrutar de tu distrito- Sonreí nuevamente mientras me hacía a un lado para no mirarlo, ya había aprendido bastante de él en anteriores ocasiones como para saber que eso le molestaría, pero claro, eso era algo que se merecía, aunque, si lo pensaba, era algo que no haría, el molestarlo solo era algo que me daba oportunidad de estar para él y no era que me importara del todo su compañía pero desde que lo había conocido, con ese carácter tan arrogante que se cargaba me había dado cuenta que en el fondo no muy en el fondo él era alguien diferente, una persona mejor y eso sin duda alguna yo quería revelarlo.

Deseaba con todas mis fuerzas saber que él era una persona consiente y que tenía...sentimientos, no dudaba que tal vez algún fantasma de su pasado o su niñez mejor dicho lo acosaba y atormentaba, lo que había empezado como un reto para mi se fue convirtiendo en una especie de apoyo y aunque el me tratara mal incluso sabiendo que a mi era la que trataba peor, era agradable ver su sonrisa irónica o no, era lo que me hacía luchar por algo, lo que me daba un poco de fuerza para lo que me estaba pasando, todo el asunto de los juegos me preocupaba, yo tenía que ver, saber que él también se preocupaba por lo que estaba pasando y no solo tomaba esto como para ser importante, como se lo hacía ver a los demás. En pocas palabras, yo admiraba a Andrej Odair, pero no estaba satisfecha con lo poco o nada que me dejaba ver, yo quería siempre más, no importa cuanto aparentara fastidiándolo, sin que él lo supiera y como ya había dicho él me hacía fuerte para afrontar de mejor manera a la mancha voraz que se acercaba cada día más.

-Deberías estar feliz de verme en vez de poner malas caras Elijah- Comencé a nadar separándome poco a poco de él, no sabía hasta que punto me dolía que una persona me mirara como él lo hacía, al menos lo único que no lograba hacer era manipularme, aunque probablemente, en ese preciso momento, le estaba dejando lograrlo.
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Mensaje por Invitado Mar Abr 03, 2012 7:41 pm

Era oficial. No la soportaba. En todo momento mantuvo la mirada fija en sus ojos, no dejó de mirar sus iris azules en ningún instante. Podía observar la profundidad del mar en sus ojos, el agua fusionándose con un cielo perfectamente azul. Casi sin darse cuenta, se había perdido en los orbes de la chica por la que tantas energías negativas almacenaba. Realmente nunca supo qué tenían ese tipo de ojos con él, ni cómo funcionaba su cerebro al encontrarse con un par de ellos. Era prácticamente automático. Pero no dejaba de ser Meredith Vipointe, la mentora del distrito doce que tanta historia albergaba. A pesar de sentir gran admiración por aquél lugar, no podía decir lo mismo de aquella mentora. Se escapaba completamente de su concepto de “persona de confianza”. Tenía ese algo que debía descubrir cuanto antes.

Sus palabras, que de alguna forma lo despertaron, hicieron que apartara la mirada de sus iris. Acababa de bajar la guardia, y tal acto no debería volver a repetirse. Arqueó una ceja al escucharla. ¿Descortés? –Discúlpame. Sólo soy crítico en cuanto a los visitantes. Y tú no has sido elegida como la “invitada estrella”. –Claro que no. Definitivamente, mientras él estuviera presente, jamás permitiría que algo así ocurriera. Comprobó que ella no estaba dispuesta a abandonar el distrito, pero él si estaba dispuesto a hacer de su estancia una pequeña tortura. No era el tipo de chico que se dedicase a hacer mal publicidad a su distrito, pero la imagen de la mentora del número doce bañándose en sus playas, era algo que se le hacía difícil de tragar.

Meredith se movió a un lado, y entonces pudo observar su tan perfectamente tallada figura femenina. Piel clara, impoluta, careciente de imperfecciones. Sus curvas ligeramente marcadas completaban ese aspecto de “ángel” que conseguía sacarlo de sus casillas. Mentiría si dijera que Meredith no le resultaba una chica atractiva, pero en aquella ocasión su cerebro podía con sus impulsos, y la imagen que tenía de la chica era superior a su angelical aspecto. Quizá en otra vida, si él no fuera Andrej Odair y ella no fuera Meredith Vipointe, la cosa sería completamente diferente. Y aunque la mujer era una de sus debilidades, no se dejaría llevar. No con ella. Era lo suficientemente adulto como para saber qué le convenía, y qué resultaba una amenaza para su persona y todo lo relacionado con su nuevo oficio.

Era pura competencia. No podía permitir que “la chica angelical” centrase todas las miradas de los ciudadanos del Capitolio, y menos, de los patrocinadores. Y es que, si algo había aprendido, era que todo aquello de ganar patrocinadores no era solo el trabajo de los tributos, requería estrategia y capacidades extraordinarias. Estaba completamente seguro de que ella recibiría todas las miradas, todos estarían pendientes de sus tributos. Condenada. Sí, Meredith Vipointe era la única persona sobre la tierra que podía hacerlo dudar sobre los poderes de su apellido y sus ventajas. Andrej era lo suficientemente inteligente como para aprender a cuidar a sus tributos mucho antes de su elección, su trabajo comenzó en el momento en el que le dieron la noticia que desde entonces movía su vida. Y sin embargo, no sabía hasta qué punto Meredith era consciente de ello.

Frunció el ceño al escucharla pronunciar su segundo nombre. ¿Quién se creía? Se estaba tomando demasiadas confianzas con él, y eso, le pasaría factura. –Un sentimiento de felicidad y tú no podéis estar en la misma frase. –Contestó, en su habitual tono irónico. Observó como marchaba en el agua, nadando como si el mar le perteneciera. Ilusa era si creía que iba a dejar las cosas así. Se sumergió en el agua y, a nado, se acercó a ella, utilizando sus capacidades para situarse rápidamente en frente de ella. –Vamos, Helena, ¿realmente crees que voy a dejar esto así? –Añadió, pronunciando de manera especial su segundo nombre. Dibujó una sonrisa irónica en su rostro después, preparándola para lo que estaba por venir. El agua era su lugar, tenía más que ventaja. Colocó sus manos sobre los hombros pálidos de Meredith, la estaba deteniendo.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Mar Abr 03, 2012 9:03 pm

Me detuve apenas al sentirlo frente a mi y resople descontenta al escucharle hablar, ¿Acaso me amenazaba? Si lo hacía, poco me importaba y seguro bien sabía él con toda su confianza y años de manipulación hacía los demás que no le tenía miedo, ni siquiera un poco. Lo miré nuevamente esta vez de manera desafiante, ¿Pensaba acaso que él podía hacer lo que quisiera conmigo y con cada una de las personas que se le interpusieran en su camino? La respuesta era si y me la confirmo enseguida al tomarme por los hombros deteniéndome. -Suéltame Andrej, por favor.- Puse una de mis manos sobre su muñeca izquierda apartando su mano de mi hombro sin dejar de mirarlo y sin dejar de soltar su muñeca mientras pensaba en la manera de callarle e inmovilizarlo con palabras, ya que no llegaría a la fuerza y estaba segura, o intentaba convencerme de que él no me haría daño, no me parecía un ser tan malvado alcé una ceja al escuchar mis propios pensamientos y me di cuenta que ahí, en esas palabras, estaba una buena táctica por cambiarle de parecer.

Presione suavemente su muñeca que descansaba sobre el agua con mis dedos sabiendo que aún me tenía tomada por el otro hombro, claro, sentía el calor que emanaba su mano y su cuerpo en general cerca del mío, era algo inevitable, presione los labios tomando unos segundos de tiempo antes de hablar, no quería que mi voz fallara en nada, como había ocurrido con mi madre esa noche, aunque esta vez era diferente, tenía más confianza y ya sabía que tenía que decir. -Quiero pensar que hay un hombre de verdad detrás del niño encaprichado que tengo ahora frente a mi- Empecé titubeante y abrí un poco más los ojos tomando un respiro a la mitad del discurso, no tenía idea de la reacción que tendría pero lo que era seguro es que ninguna me favorecería, la que fuera...

Pero antes de ponerme a pensar en lo que tendría que ocurrir vino otro suceso a mi mente, lo que me había traído a tranquilizarme en este lugar y lo que en constantes ocasiones perturbaba mi mente, llevándome casi a la locura. Aclare mi voz preparada para hablar una vez más antes de que el arremetiera contra mi. -No creo que sea momento de ver quien gana en esta pelea que estamos haciendo- Comencé a hablar con la mirada clavada en esos perfectos ojos que tenía frente a mi. -Hay algo que me preocupa mucho más, algo que tengo esperanza en que tu pienses también...- Mis palabras sonaron con cierta tranquilidad al igual que yo lo estaba, pero el tono de preocupación se dejo ver al final suspirando con tristeza. -No quiero estos juegos del hambre, no quiero luchar contra ti ni contra nadie- Presione nuevamente mis labios esta vez conteniendo mi voz, no quería lo que muchos en el capitolio sí, no quería sufrimiento, tampoco quería ser una mentora famosa, no quería que me miraran con odio y rencor en otros distritos y sobre todo... -No quiero muertos- Dije con un tonó de voz acorde a como me sentía, no solía destaparme con nadie, mucho menos con Andrej pero quería hacerle entender, quería que notara que no todo en la vida era ganar, quería que dejara de ser un completo idiota y que al menos sus labios emanaran una palabra de acuerdo conmigo, ¿Acaso le pedía mucho al mundo? Al parecer si, porque este no entendía mis suplicas ni aunque le estuviera gritando y dejando señales desesperadas.
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Mensaje por Invitado Mar Abr 03, 2012 10:13 pm

Sus súplicas llegaron, pero no fueron suficientes para detenerlo. Simplemente no quería a Meredith en su propiedad. No quería que nada relacionado con el Capitolio –ya fuera de manera indirecta- entrase en su distrito. ¿Tan complicado era de entender? Su único anhelo era conservar el Distrito número cuatro como su lugar de tranquilidad, alejado de la vida que llenaría su futuro. No tenía otra escapatoria, era el único lugar que quería conservar libremente. La rubia aparto la mano que la oprimía, y supo que su juego acababa de comenzar. Se estaba atreviendo a retarlo, y el único que podía ganar una competición, era Andrej Odair. Nadie más. Pero esta particular “rivalidad” no podía ser medida con fuerza, no era lo suficientemente canalla para ello. O por lo menos, eso creía.

El “contraataque” de Meredith hizo que presionara los labios y frunciera el ceño. No cabía duda de que quería hacerse notar. Rápidamente apartó su brazo, liberándolo de la opresión de los dedos de la chica. No tenía ni la mínima idea de lo mucho que había tenido que madurar durante los últimos tiempos. Se había atrevido a llegar a su distrito, nadar en su playa, y después no había tenido ningún tipo de vergüenza en utilizar palabras que poca realidad tenían. Sólo estaba añadiendo puntos negativos a su lista. Pero recapituló la escena, ¿no era lo que quería? Estaba consiguiendo manipularlo, a él. Conocía sus puntos débiles y los estaba usando en su contra, muy al estilo de Andrej, pero en boca de Meredith. Se esperaba cualquier cosa de la rubia, y eso sólo hacía que creciera en él una mayor obsesión por descubrir sus verdaderos intereses. Era una batalla que había consigo mismo que había comenzado desde hace tiempo, y esa, ¿quién la ganaba?

Tenía preparada una contestación cortante, algo que la hiciera retroceder totalmente, y cuando había comenzado a abrir la boca para articular palabra, ella prosiguió. Estaba dejando ver su verdadera intención, por lo que escucho atentamente a sus palabras. Al igual que ella, posó sus ojos sobre los azules de Meredith, no quería perderse ni una sola palabra. No era el único. A pesar de que sabía que los nuevos Juegos eran algo no muy bien recibido por parte de todos, nunca nadie se había atrevido a hablar de la angustia causada por éstos tan libremente. Desde su mención como mentor, las personas habían comenzado a tratarlo de forma diferente, mucho más de lo que ya lo hacían. Lo único que recibía por parte de los ciudadanos es “ánimo”, o “sabes que puedes”. Lo último que deseaba era que le recordasen a diario la realidad que iba a vivir, y mucho menos, personas que creían saber por lo que estaba pasando. Comenzó a ver al resto de mentores como amenazas, ya que todos dejaron claros sus intereses desde el primer momento, todos querían que sus tributos vivieran. Ninguno se había atrevido a hablar de ello, simplemente lo habían aceptado. Sensato, ninguno quería mostrar sus debilidades, porque en el momento de la verdad, fiarse del prójimo significa error.

Las palabras de Meredith le parecían sinceras, pero la comprendía a la perfección. Mantuvo un rostro neutral, en todo momento dudó si sus acciones en ese momento equivaliesen a un error en el futuro, pero finalmente se decidió. Llevó su mano a la atura de la boca, y con ella formó el signo del silencio. A pesar de la juventud del nuevo gobierno, tratar de hablar con suma libertad del Capitolio sería tentar a la suerte. –Aquél que no desea la muerte es el primero que muere.- Habló en tono solemne, esperando que así se diera cuenta de los riesgos que presentaba la negación de su trabajo, y lo rápido que se habían acostumbrado a él tanto el resto de mentores como Panem entero. Sabía lo que le había hecho el Capitolio a su familia, era consciente de los abusos que durante años los habían acontecido. Y si algo había aprendido de ellos, era que debía cumplir o tornarían su vida en lamento.

Dio un manotazo al agua para mojarla y así tratar de apartar la tensión del ambiente. Meredith estaba dejando mostrar su fragilidad en cuanto al tema, la misma que ocultaba él. Se separó de ella y comenzó su camino a nado hacia la arena. Se giró, y la miró, invitándola a salir del agua con un gesto con la mano. –Vamos, ¿a qué esperas? –Volvió a girarse y continuó hasta llegar a su destino. Conocía los riesgos que suponía todo aquello, pero también sabía que una charla de ese tipo les vendría bien a ambos. Se pasó la mano por el cabello mojado, tratando de peinarlo y se sentó en la arena, sin preocuparse de que su cuerpo aún estuviera húmedo. Tenía que enfrentarse a ello, y ya era hora de hacerlo.


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Mensaje por Meredith H. Vipointe Mar Abr 03, 2012 11:10 pm

No aparente toa la sorpresa que contenía dentro de mi ante sus tranquilas palabras aunque esta me inundaba, una parte de mi, la que siempre esperaba lo mejor de mis encuentros con Andrej, se sentía mal por como actuaba, por como él me hacía caer en su juego y como al mismo tiempo diciéndolo de manera vulgar me rebajaba a su nivel, mismas miradas, misma sonrisas, casi la misma frialdad, cosas que mientras veía a Andrej en este momento pasaban a segundo plano.

Sin saber exactamente un porque este chico si que hacía que mi mente y mis sentimientos e ideales estuvieran en un momento agitado y bipolar durante toda la conversación que mantuviera con él, en realidad, yo me sentía la niña encaprichada que quería hacerlo cambiar, olvidando por completo que tal vez y solo tal vez... como pensaba él estaba consciente de lo que pasaba. Asentí ligeramente mientras miraba su expresión, no había nada en ella que me dijera lo que pensara pero, tontamente, sus palabras me habían sonado protectoras, irónico, lo sé.

Cerré los ojos ante el salpicon y no pude evitarme el sonreír, apenas un poco, abrí los ojos al instante solo para mirar como se alejaba, mientras contemplaba su ágil nado intentaba guardarme lo que había dicho hasta en el pensamiento, él tenía razón, tal vez una parte de mi era tan idiota como pensaba que era él y esa parte quería morir, sí claro, ahora salía hasta suicida.

Me acerqué con lentitud hasta la orilla al escucharle de nuevo, esta vez me hizo girar los ojos y reír para mis adentros, él podía hacer que de buena o mala manera olvidara algunos de mis problemas. Me senté al lado de él creo que por primera vez y presione mis labios apenada mirando como las olas golpeaban y casi nos alcanzaban a rozar los pies. -No sé si haya echo bien en decírtelo o no, pero... irónicamente para mi y desafortunadamente tal vez para ti, te tengo confianza- Sabía lo que era darle entrada a otro mentor, sabía que estaba mal pero... ¿Que era de mi si no hacía mi voluntad? Bastante tenía con los ruegos de mi madre por no hacer un escándalo en cuanto supe que sería mentora, yo tenía mi carta de renúncia y cada vez que la escribía mi madre se empeñaba en eliminarla, ella también, si bien recuerdo, me había puesto en cintura y me había dicho en pocas palabras que si quería morir en ese momento prefería darme fin ella. -Suspire mientras recordaba las veces que había "hablado" con Andrej, tantas veces que había intentado que no me fastidiaran sus palabras hasta el punto de sentirme inmune a ellas, con cada nuevo encuentro las verdades salían y la verdad si al menos a mi misma me lo tenía que admitir, me dolía lo que decía.

El sol estaba en ese punto máximo en el cielo, ese punto que me desquiciaba pero poco me preocupaba, recogí mis piernas abrazandolas con fuerza mientras apoyaba mi mejilla sobre ellas mirando de reojo a Andrej con su rostro neutro como siempre, quería encontrar de verdad algo más y sí, me volvía a contradecir, pero el solo verle, el tenerle presente hacía que algo más que curiosidad o apoyo resaltara sobre mi, otra intriga agregada a las miles que me acomplejaban, él era mi caso con una y mil trabas y yo con toda la experiencia que quería cargarme iba a descifrar a Odair, eso y también me iba a ganar un poco de su aprecio ya que en el estado actual él solo me veía como el enemigo.
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Mensaje por Invitado Miér Abr 04, 2012 12:50 am

Andrej no era el tipo de persona que se abriera fácilmente, y mucho menos si se trataba de alguien como su acompañante. Realmente no sabía qué tenía en contra de la chica, nada más existía en ella un aura de desconfianza que lo abrumaba, y de una forma terrible. No le gustaba sentirse intimidado, y menos si era culpa de una chica de diecinueve años, con aspecto frágil y personalidad rompedora. Vamos, ¿dónde habían quedado todos sus principios? Pocas personas podían presumir de haber conseguido lo que poco a poco estaba haciendo Meredith, pero no le mostraría que ya había alcanzado la mitad del camino.

Finalmente ella se sentó a su lado, y entonces se dio cuenta de la situación. Allí estaban, dos víctimas de un régimen tiránico. Nunca supo cómo se sentía realmente al respecto, unos días quería sacar adelante a los tributos, y otro quería tomar un bote y remar hacia el mar hasta encontrar nueva tierra. Vivir con las consecuencias o alejarse por completo. Y al final, siempre terminaba eligiendo el camino largo. Todo comenzaba a ser un reto, y estaba seguro de que podría sacar algo de ello, pero, ¿qué ocurría cuando los retos tienen consecuencias personales? Simplemente la cosa estaba comenzando a ir demasiado lejos, para los habitantes de Panem, para los tributos, para él, para todos.

Dirigió la mirada en su dirección al escuchar sus palabras, encontrándose con que ella se había perdido mirando el mar. Era la primera vez que alguien le decía algo así. No solía ser el tipo de persona al que confiaban secretos o hablaban de forma sincera. –No soy el prototipo de “persona confiable”. –Contestó. Así lo creía él y así le habían demostrado con el paso de los años, o quizá nunca le habían dado la oportunidad de mostrar esa faceta. En el fondo, y muy a pesar del empeño que mantenían en que recibiera una educación superior, las personas habían sido las que lo habían creado. Para bien o para mal, todo lo que era no era más que un fruto de lo que habían formado todos aquellos con los que alguna vez había entrado en contacto. Y ni si quiera se había dado cuenta de la importancia que tenía la gente en su vida.

Volvió la mirada al mar y cruzó ambas piernas mientras se quitaba con una mano los granos de arena que ya comenzaban a estar en todas partes. Respiró el aire que le entregaba la brisa, estaba listo. –He visto todas las imágines existentes de los Juegos. –Admitió, con la visión perdida en el punto en el que el cielo y el mar se volvían uno. Pero era cierto, cuando aceptó su trabajo como mentor, recopiló toda la información posible sobre “la gloria de Panem”, aprendió las estrategias y estudió los puntos flacos de las diferentes arenas. Supo de lo que eran capaces algunos tributos, y de lo complicado que les resultaba a otros sus primeros asesinaros. –No son como nos enseñan en la escuela. Hay mucho más detrás, es peor de lo que puedes imaginar. –Prosiguió, recordando la vez que estudió los Juegos del Hambre como parte de la historia de Panem.El gobierno de Paylor no quería que la nueva generación sintiera rencor hacia el Capitolio, simplemente deseaba que todo comenzara de nuevo, una página en blanco. Qué iluso le parecía aquél hombre. ¿Realmente creía que todo iba a terminar? Admiraba su esperanza, pero ésta terminó por costarle la vida.

-Ahora mi madre ni si quiera es capaz de mantener una conversación normal conmigo. –Añadió, mientras recordaba la cantidad de veces que había tratado de hablar con ella desde su conversión en mentor. La arena la había transformado. La muerte de Finnick la había transformado. Y ver a su hijo vivir a manos del Capitolio estaba consiguiendo acabar con su vida. Le era completamente difícil mirar a su propio hijo a los ojos. Pero la comprendía más que nunca. Y sin embargo, Andrej se había prometido salir adelante, tratar de acostumbrarse a las cosechas de año tras año, y tratar de sacar a honorosos vencedores de la arena. Tenía que hacerlo. –No somos más que marionetas. –Concluyó para volver a dirigir la mirada en dirección a su acompañante.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Miér Abr 04, 2012 1:31 am

Sonreí con amargura ante cada palabra, había algo en el tono de voz de Andrej que me hacía vulnerable, intente quedarme lo más quieta posible, sin decir palabra, como si quisiera que compartiera todo lo que necesitaba decir, quería empaparme de la sabiduría que sabía que tenía, aunque supiera que él jamás se abriría, no tanto porque seguramente pensaba que era una especie de mala jugarreta de mi parte, eso algún día tenía que acabar, sabía que él como decía, no era una persona de confiar pero eso por lo que veía era lo que se quería hacer creer, yo veía la primera grieta hacía sus sentimientos, la primera de varias en todo el momento que había hablado.

No sabía a ciencia cierta que era lo que él pensaba pero vaya que podía imaginarlo, aunque él se reprimiera sentía dolor en su corazón, pero quien era yo para decirle tal cosa, ¿Tenía que decirle algo que tal vez lo alentara? No lo sé, pero lo intentaría. -Unos días antes de que mi padre muriera él me hizo prometer algo- Sonreí ante el recuerdo de esos días, los mismos que según yo eran los mejores de mi vida, ese momento cuando mi papá me había llevado a un pequeño prado cerca de un pequeño riachuelo porque yo había sido necia con mamá, me había impuesto a no ir a la escuela por que quería trabajar para que tuviéramos un mejor hogar. -Yo siempre he sido muy terca, tal vez ya lo has notado, a él siempre le hacían reír mis pucheros y mis momentos infantiles, me decía que era la mejor persona del mundo tan solo por eso.- Suspire pesadamente mientras tenía una imagen mental de mi padre en sus mejores años, como decía yo... era inevitable el no sentir ese dolor, esas ganas de llorar, pero, por otro lado sabía que, frente a Andrej, hasta ahora ninguna lagrima podría caer de mi rostro. Mordí ligeramente mi labio inferior a sabiendas que no estaba yendo realmente al punto que quería, tras un gran respiro volví a comenzar.

-Se que dirás que es una historia poco interesante y que tal vez no debería recordarla ya pero esta presente en mi, las palabras de mi padre, cada consejo que me dio desde que tuve uso de razón esta presente en mi corazón- Presione mis labios maldiciéndome por no ir al grano nuevamente y levante la cabeza mirándole a los ojos como dentro del agua. -El me dijo que jamás en la vida me sintiera esclava de nadie porque nadie era mi dueño- Solté las palabras atropelladamente, mientras sentía como mi interior se estremecía, mi piel, seca por la mezcla de la sal la arena y el sol, se erizo de tal forma que me hizo mirar hacía otro lado, no sabía como explicar el sentimiento que se anidaba ahora dentro de mi, solo no quería que él me viera más débil de lo que yo le parecía, todos los demás me veían como el ejemplo de valentía, como la chica dulce y trabajadora pero una parte de mi, la que extrañaba a mi padre cada día, la que mantenía en misterio no sabía en realidad que carajos tenía por vida, no sabía nada de nada.

-Quiero pensar que aún hay esperanza en este país y no puedo decir que yo lo deseo más que nadie pero... supongo que aún soy la única que habla- Sonreí levemente sintiendo la brisa del mar golpear con suavidad sobre mi cara mientras intentaba aclarar mis palabras y mis pensamientos que eran un verdadero embrollo en mi cabeza. -Tal vez esa es la parte de mi valentía que ven los demás en mi, la única que me creo- Callé avergonzada, no sabía hasta que punto o en que sentido me servía esta platica, no sabía lo que él veía en mi, tal vez solo una chica que hablaba mucho y no tenía nada claro, tal vez el tenía mi personalidad en la palma de su mano y yo de él... nada.
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Mensaje por Invitado Miér Abr 04, 2012 12:28 pm

Comenzaba a sentirse vulnerable, sentía que estaba abriendo una puerta que difícilmente cerraría después. Preguntarse qué ocurriría a continuación en su vida era un auténtico enigma. ¿Estaba mostrándose débil o le estaba demostrando que él también era humano? O quizás todo aquello ser “humano” estaba sobrevalorado, o por lo menos eso era lo que el gobierno estaba demostrando al perder la poca humanidad que habían conseguido. Se habían convertido en meros peones de su juego, estaban destinados a mantenerse en el tablero o morir de la peor forma posible. Ninguno de los mentores entraría en la arena, pero su vida entera transcurriría en una.

Escuchó neutralmente las palabras de Meredith, el tono hueco de sus palabras rompía el silencio que llenaba el lugar. Todavía era temprano para que los barcos llegasen a puerto, y las actividades comenzasen, lo que lo alegró, todavía tenían tiempo de disfrutar de la soledad de la playa. No expresó ninguna emoción en su rostro, ni si quiera sabía si debía utilizar alguna en esos momentos. Tomó una pequeña respiración al escucharla hablar sobre su padre, para prepararse para lo que vendría. A veces se olvidaba de que el resto de personas tenían un padre y una madre, una familia al completo capaz de escucharlos y aconsejarlos en los momentos más complicados. A pesar de que había crecido con la figura de su padre presente, no sabía qué se sentía al tener uno. Le era completamente imposible entender a Meredith, igual que le había sido imposible tratar de comprender cuando los niños de su infancia contaban que su padre los había enseñado a nadar, o lo alto que se veía el mundo desde sus hombros. Los conocidos de la familia habían tratado de llenar su niñez, no lo habían conseguido. Y muy a pesar de todos sus intentos, ni si quiera podía presumir de tener ese tipo de madre que cocinaba pasteles a mediada tarde.

El discurso prosiguió, y ella se decidió finalmente a mirarlo a los ojos. En ese preciso instante pudo sentir lo débiles que resultaban las palabras de Meredith, lo mucho que le estaban afectando sus palabras, y lo tan fácilmente que había conseguido hacerlas llegar a su propio ser. –Ojalá yo pudiera almacenar tales recuerdos. –Intervino, tratando de mostrar ligera admiración, por sus palabras, por ella y por su padre. Cuando ella apartó la mirada, al fin pudo bajar la suya. Sabía que estaban siendo tiempos difíciles para todos, y no podía evitar sentirse egoísta al darse cuenta que él no era el único que se había visto obligado a aceptar las circunstancias y callar. Qué estúpido podía llegar a ser.

Las palabras de Meredith estaban consiguiendo calarle, llegarle a lo más profundo. Nadie se había sincerado con él, ni si quiera personas que podía considerar de su confianza. Le habían impuesto una imagen que jamás podría quitarse. Soñar con la libertad no era algo exclusivo en él, desde la muerte de Paylor el ambiente había comenzado a cambiar, todos sabían que sus vidas acaban de terminar, nadie estaba a salvo de los caprichos de un Capitolio que volvía a nacer. Ni si quiera se le podía pasar por la cabeza cómo allí, en la ciudad central de Panem, todavía existieran personas que vieran los juegos como mero entretenimiento. ¿No habían aprendido nada con el paso de los años? Le parecían seres hipócritas, antihumanos. Tantas veces la historia se había repetido, que ya deberían conocer las consecuencias. Sólo esperaba que no hicieran falta otros setenta y cinco años hasta que los ciudadanos de Panem se hartasen de los abusos del gobierno.

La brisa del mar chocó con su rostro, y tomó una larga respiración. No podía permitir que las cosas continuasen así. Posó su mirada sobre ella, y entonces se decidió. –Escúchame… -Comenzó, tratando de llamar su atención, pero no le era suficiente. Desenlazó sus piernas y se movió hasta situarse en frente de su acompañante, mirándola a los ojos. No quería que se perdiera ni una sola de sus palabras. –Todavía somos libres, nos queda tiempo. Tenemos días por delante. –Prosiguió, con tono de seguridad en sus palabras. Los Juegos del Hambre todavía no habían comenzado, les quedaban días para vivir antes de que sus días terminasen. Aún no había tributos, aún no habían comenzado a trabajar como mentores. Seguían siendo un chico del distrito cuatro, y una chica del distrito doce.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Miér Abr 04, 2012 2:05 pm

La sorpresa ese día se estaba sobre valorando, cada vez que le miraba o trataba de comprender sus palabras él se abría un poco más, eso me enorgullecía, no sabía si eran mis palabras las que le daban la libertad de actuar diferente, me estaba demostrando poco a poco que él chico egocéntrico que todos veían se desvanecía con cada minuto que pasábamos sentados frente a esa hermosa playa y mi duda sobre como era Andrej tomaba un curso diferente, mientras él más hablaba, sus sentimientos se hacían notar se tornaban un poco más atentos y llenos de significado.

Lo escuche como me pidió, era imposible el no hacerlo, ya que ahora lo tenía frente a mi, sus ojos, los cuales miraba ahora con mucha más atención me parecían más claros, tal vez más sinceros, no tarde en asentir apenas con ligereza mientras sus palabras se quedaban en mi cabeza, pero... siempre había sido así, que él no se diera cuenta era totalmente su culpa, algo que yo sabía era que mientras él hablaba como había pensado antes yo trataba de conocerlo, empaparme de las pocas palabras que él dejaba salir, tal vez sin querer, yo siempre tenía atención hacia con él, ese era mi propósito aunque él me hiciera mostrarle una faceta de mi, algo más irónica y fría.

Lo trate de comprender, de regalarle una sonrisa, dejando aquella preocupación de lado pero no podía, mi debilidad era las demás personas, las que complementaban mi al rededor, por las que me preocupaba antes que por mi misma, acto que no sabía si él comprendía, tampoco necesitaba explicárselo ya que él, si se tomara la suficiente atención podría notarlo sin ayuda.

Era todo demasiado extraño, la brisa seguía brindándome un ligero respiro, mi cabeza comenzaba a dar vueltas, intentaba convencerme con sus palabras cuando el ligero mareo se apodero de mi cabeza, haciéndome cerrar los ojos quedándome un momento tranquila mientras que con una seña le pedía que me diera un momento. -No soy muy buena para estar mucho tiempo sentada a los rayos del sol- Murmuré aprovechando él que estaba frente a mi para posar una de mis manos sobre su hombro mientras me levantaba y entrecerraba los ojos como si apenas hubiera visto la luz del sol tras levantarme por la mañana.

-No quiero libertad solo por unos cuantos días, quiero que mi familia y mi distrito disfrute de una tranquilidad que estoy segura por como están las cosas no podrá llegar- Aclare mi voz al terminar de hablar y pase mis dedos por mi frente retirando algunas gotas de sudor, dejando algunos granos de arena en ella, tenía que buscar un lugar donde descansar, había llegado con nada anticipado y ahora tenía varios pendientes en mi supuesto descanso, pero el prever no era lo mío y siempre que tomaba una decisión me adentraba a ella sin planeamientos, así como decían algunos, me adentraba en la aventura sin fijarme los peligros que podría pasar dentro de ella.

-Tal vez deberíamos caminar un poco- Supliqué mientras me acercaba con pasos ligeros hasta la orilla del mar, dejando que la ahora cálida agua intentara relajarme y diciéndolo así, volviera a despertarme.
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Mensaje por Invitado Miér Abr 04, 2012 5:22 pm

Todo estaba comenzando ser demasiado raro para su gusto, pero ya nada le sorprendía. Había salido de su rutina de la peor forma posible. Nunca le había gustado vivir lo mismo una y otra vez, incluso trataba de darle un color especial a los días en su época de escuela. Siempre intentaba hacer de cada momento de su vida diferente del anterior. Y así había funcionado hasta hace poco tiempo. Cambiaba de amigos, de chica, de ambiente. Y quizás, lo único que pretendía era encontrar algo real, cualquier mínima cosa le bastaba. Pero ya ni si quiera sabía diferenciar entre la realidad y la mentira. ¿En qué se estaba convirtiendo?

Sonrío de lado al escuchar su recién presentado malestar, y alzó la mirada para observarla desde abajo cuando ésta se levanto. Claro, ella era una chica del doce, solamente los del cuatro podían presumir de tener gran tolerancia a la acción del sol, al fin y al cabo, habían crecido con él. Las palabras de Meredith continuaron, y con ellas pudo descubrir su lado más utópico. Le parecía la persona más ilusa del mundo al tratar de imaginar un Panem sin el gobierno tiránico del Capitolio. Simplemente era lo que debían vivir a partir de ahora. A bien o para mal, debían aceptarlo, a pesar de que resultase difícil, muy difícil. Andrej había decidido olvidarse de la vida y comodidades que había llevado desde su nacimiento, porque sabía que algo así jamás se volvería a repetir. Podía haberse negado a la proposición de trabajo como mentor, pero nunca se lo hubiera perdonado. No porque les pudiera quitar entretenimiento a los condenados ciudadanos del Capitolio, sino porque no podía dejar sola a su madre. Sabía que si se negaba, su muerte llegaría, y lo último que deseaba era cumplir con el destino que había marcado la marcha de su padre: morir a manos del Capitolio.

Meredith comenzó a caminar dirección a la orilla, pero no se levantó instantáneamente. Permaneció observando de nuevo al horizonte, perdido en sus pensamientos, como si alguien fuera a bajar de allí arriba para aclararle todas sus dudas. Idiota. Sacudió su cabeza ligeramente, para volver a la tierra. Finalmente se levantó y comenzó a caminar hacia ella. -Esto es lo que ocurre cuando el minero trata de observar directamente al sol. –Comentó desde atrás mientras se colocaba a su lado. Sabía que Meredith jamás había trabajado en las minas de su distrito, pero la metáfora era inevitable. Estaba completamente seguro que el trabajo bajo tierra y a oscuras de los mineros había creado en ellos cierta intolerancia hacia los rayos solares. Trató de recuperar el tono inicial de su primer encuentro en el agua, pero a pesar de lo mucho que lo estaba intentando, nada parecía sacarla de su “amargura post-juegos”.

Arqueó una ceja al darse cuenta de sus propios pensamientos. ¿Realmente estaba tratando de ayudar a Meredith Vipointe? Las cosas estaban comenzando a dar un giro, y no supo si era para bien o para mal. Quizá encontrase en ella más similitudes de las que creía poder encontrar, o quizá simplemente ambos estaban pasando por un mal momento con un enemigo común. Pasó una mano por su cabellera y se apartó algunos granos de arena que se habían colocado en los hombros y brazos. Mientras caminaba a su lado, pensaba nuevas tácticas para hacer que olvidase la realidad que estaba a punto de vivir, todavía sin tener muy claro el por qué de sus acciones. Simplemente creía que eso es lo que le hubiera gustado que hicieran por él en el caso contrario. Era lo suficientemente fuerte como para cuidarse por sí solo, pero no podía decir lo mismo del resto de personas. Maldijo su asqueroso instinto protector que salía con la persona menos indicada.

Como ya había hecho varias veces, se cruzó delante de ella, frenándole el avance. Colocó sus ojos sobre los azules de la chica, que por el efecto del sol se veían más claros que nunca. –Hay algo que sí podemos hacer. –Comenzó, todavía sin tener claro si iba a hacer lo mejor para ambos o iba a cometer uno de los mayores errores de su vida. –Jamás podremos librarnos de nuestro destino, aunque podemos empezar de cero. Háblame de lo que quieras, seamos lo que queramos. –Siguió, hablando con seguridad, muy a pesar de que ni si quiera él estaba seguro de sus palabras. Se estaba tirando a una piscina que no sabía si estaría llena. –Pero cuando empiecen los juegos, lucharemos por nuestros tributos y nos convertiremos en enemigos. –Extendió su mano derecha, para que ella hiciera lo mismo y así poder firmar ese “trato”. No podían liberarse de su futuro, pero sí podían vivir el presente.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Dom Abr 08, 2012 10:55 pm

Presione mis labios mientras él me detenía de nuevo, algo que se le estaba haciendo costumbre a este, algo que en cierta parte de mi inconsciencia empezaba a gustarme. Le escuche, palabra por palabra con suma atención y esta vez deje entre ver la sorpresa que invadía mi mirada, ya no podía ocultarla.

Hacer un trato con Andrej iba a ser ese avance que creía que nunca iba a alcanzar, estaba ensimismada en sus palabras y en mis propios pensamientos, mientras bajaba la mirada a esa mano extendida que él tenía suspire suavemente tratando de recobrar la compostura, una vez echo tal acto, lo miré de la manera más amable que pude y sonreí asintiendo. -Creo que es un buen trato.- Hable al fin y extendiendo mi mano me detuve para pensar solo un momento.

No todo tenía que ser a su manera, no iba a cerrar un trato con él y no porque no confiara en su palabra -yo si confiaba en él- solo.. sí, tenía que hacer algo diferente, no iba a ser un típico apretón de manos frío y firme o lo que fuera que hiciera, si íbamos a empezar de nuevo tenía que ser al menos de una distinta manera, alejándonos de ese mal primer encuentro.

Apoye mi mano sobre su dorso pegándola contra su abdomen y me aleje un par de pasos, sin saber bien lo que hacía -tal vez el sol se estaba convirtiendo en mi delirio- me acerque ese par de pasos y levemente, muy levemente choque contra el de manera inesperada. Le miré apenada y como la primera vez, le miré a los ojos, esos mismos que me habían hipnotizado antes de que él fuera desagradable, lo que fuera a pasar ahora, no tenía que ir a ese límite.

-Oh, discúlpame- El poco viento que rodeaba el ambiente corría entre mis cabellos dejándolos pegados a mi barbilla, cosa que hacía perfecto el momento, como un punto a mi favor, presione mis labios de nueva cuenta entrecerrando los ojos mientras fingía dicha disculpa. Aún no me despegaba de esos claros ojos que tenía cuando comencé a hablar nuevamente -Me llamo... Soy Helena- Pronuncié mi segundo nombre en voz baja pero clara y hasta un poco dulce como parte del desvariado "plan" que se enmarañaba en mi cabeza al recordar sus palabras 'Háblame de lo que quieras, seamos lo que queramos' -Creo que el sol no es lo mío, es bastante deslumbrante- Balbucee y esta vez yo extendí la mano, sin saber bien lo que acontecía, tal vez que él me tirara de a loca, sería una buena reacción de su parte, tal vez en parte era eso que esperaba pero... ¿Qué más daba? Si no lo hacía a mi manera, no lo haría y punto. Las cosas con Andrej de alguna manera u otra tenían que mejorar y en cierta parte ambos ganábamos y perdíamos a la vez, tal vez él más que yo por su manera de ser. -Es un gusto el haberme tropezado contigo- Dije al aire, sin tapujos algo que me sorprendió instantes después de haberlo dicho, raro... sí, muy raro pero todo era por la causa que me llevaba a hacerlo, lo que fuera que él pensara de mi, era totalmente irreal, el que yo me hubiera comportado siempre arrogante en su presencia solo era debido a sus constantes agresiones, tal vez ganaría más terreno haciéndole ver la chica que yo era, tal vez así todo estaría ganado, solo por estos días.


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Mensaje por Invitado Lun Abr 09, 2012 12:12 pm

Por primera vez, podía decir que todo aquello de los Juegos, y los problemas que había causado, quedaban en segundo plano. Ya nada importaban la finalización del gobierno de Paylor, ni la escasa libertad que significaba el nuevo poder, ni si quiera importaban sus nuevos trabajos. Sólo eran dos “extraños”. Le podía parecer una completa estupidez, incluso una pérdida de tiempo, en otros casos se hubiera dado la vuelta y marchado. Pero era diferente. Aprovecharía cualquier oportunidad que se le presentase para olvidar, evadirse y disfrutar de los pocos días que le quedaban para vivir siendo Andrej Odair, y no el mentor del Distrito cuatro.

Meredith comenzó el trato de una forma totalmente inesperada, se metió de lleno en su nuevo acuerdo, lo que hizo que sonriera de lado, con las cejas ligeramente arqueadas. Le gustó. Y mucho. Si quería juego, tendría juego. Los retos y las nuevas propuestas le llamaban mucho la atención. Aquello de “ir a por la aventura” era lo suyo. Todo lo que se escapara de la rutina lo atraían de forma casi peligrosa, pero le era completamente inevitable. Podía haber marchado a la playa en busca de tranquilidad, haber nadado durante algún tiempo, y después hubiera marchado a casa para preparar su nueva estrategia. Pero no. Meredith se había adentrado en su camino, y era momento de romper con la rutina de molestia que estrenaron desde la primera vez que a alguien se le ocurrió presentarlos.

-Deberías tener más cuidado. Nunca se sabe con qué clase de persona te puedes encontrar.-Contestó, dibujando una sonrisa en su rostro. Acto seguido la observó como si realmente fuera la primera vez que se encontraban. Miró su cuerpo tan bien definido, la forma en la que su cabello se movía con la suave brisa, y nuevamente se perdió en sus ojos, sin ningún tipo de auto prohibición aquella vez. Eran dos extraños. No existía nada en ellos como para hacer que se arrepintiera de sus pensamientos. –Bonitos ojos, Helena. –Prosiguió una vez que ella se había presentado, sin quitar la sonrisa de su rostro. Acababa de confirmar la teoría de que Meredith sentía fascinación hacia los segundos nombres. Lástima que él no sintiera más que antipatía hacia el suyo. –Elijah, pero llámame Andej. Sólo Andrej. – Sin apellidos y sin barreras, sólo era Andrej. Definitivamente debía pedirle explicaciones a su madre ante la posición de aquél segundo nombre. ¿En qué estaba pensando?

Aceptó su mano, confirmando la presentación. La trataría como a cualquier otra mujer que se presentara en su camino. Lo había decidido. Rió con suavidad tras su comentario, se había olvidado de que el sol no era muy buen aliado suyo. –Se nota que no eres de por aquí. Un par de días y se volverá en tu mejor amigo.-Dijo referente al sol. Meredith, Helena, estaba consiguiendo llegar a sorprenderlo. Lejos de aquella imagen de perfección y de casi ángel, se encontraba una chica que no tenía ningún problema en expresar sus pensamientos, tal y como lo hacía él. Siempre había pensado en ella como un polo opuesto, o más bien, a la visión que tenía de ella. No había nada que le gustase más que equivocarse –de forma positiva- en cuanto a las personas. –El gusto es mío.-Afirmó, con gran tono de convicción en sus palabras. No estaba diciendo más que la verdad.

Todavía sin haber soltado su mano, subió y la agarró de la muñeca. No quería sacar de la playa a Meredith en brazos fruto de un desmayo. –Te llevaré a un lugar dónde estarás a salvo.-Bromeó, con la idea del sol como el mayor enemigo de Meredith. Estiró ligeramente de su muñeca y la llevó a la zona izquierda de la playa, donde se encontraban los límites de la arena. Allí se hallaba una sucesión de rocas de importante altura que casi formaban un acantilado. A causa de su altura, provocaba gran cantidad de sombra en la zona baja, donde se encontraban. Soltó su muñeca y caminó hasta subirse a una roca ancha que serviría como asiento. –Bienvenida al Distrito Cuatro, donde también tenemos sombra. –Anunció sonriente. Si antes le había dicho que no trataba de forma satisfactoria a los visitantes de su distrito, le demostraría lo contrario. Finalmente se sentó, y con un gento de mano, la invitó a sentarse con él.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Lun Abr 09, 2012 1:22 pm

Resople con ligereza al escucharle hablar, por un momento al oírle pensé que tal vez se arrepentiría de nuestro tratado pero momentos después revoque ese pensamiento -Gracias..- Lo que sentí un pequeño o gran sonrojo se apodero de mi rostro dejando un ligero cosquilleo rondar por mis mejillas, respire nuevamente relajándome y asentí al escuchar su nombre y ladeando levemente la cabeza -Solo Andrej- mordí mis labios solo un poco, era una lastima que al parecer a él no le gustara su nombre ya que a mi me encantaba, pero Andrej... no era un mal nombre, sonreí asintiendo mientras estrechaba con ligereza su mano. -Tal vez sea así, no planeaba quedarme mucho tiempo, mi vida en otro lugar no espera que huya de ella- Apenas llevaba unas horas allí las cuales había pasado con él, de cierta forma el pensar en casa me hacía extrañarla, a mi pequeña hermana y en si a mi madre, mi agradable dulce hogar.

Sentí su ligero jalón mientras pensaba en ello, sus palabras junto con su agarre a mi muñeca hicieron que le siguiera de inmediato dejándome llevar por sus pasos, sintiéndome a salvo de verdad, por primera vez al lado de él.

Contemple aquel lugar mientras el decía unas cuantas palabras llenas de hospitalidad, reí para mis adentros y no solo por su frase si no porque jamás pensé que lo escucharía de sus labios, simplemente no me lo creía. Aunque claro, tenían sombra, como iba a dejar pasar eso pero el momento era... por decirlo así, empezaba a ser agradable.

Me senté a su lado una vez que me indico que lo hiciera, la sombra y el aire que corría entre nosotros se hacia más presente, era mi nueva medicina. El viento tenía ese aroma a sal de mar, también el ambiente era algo húmedo y aún con la sombra el calor se sentía en la piel, como si se añadiera a propósito a ella. -Te aseguro que en mi distrito también hay sol, así que no esta tan mal esto- Sonreí sin mirarle aún, mi vista se perdía en el mar que se perdía hasta el horizonte, era hermoso en verdad y fuera de que me hiciera daño o no, era relajante ver como las olas se mecían unas con otras y algunas llegaban hasta nosotros chocando contra las rocas haciéndonos llegar una gran brisa que al fin gracias al cielo termino por recuperarme recobrandome el sentido.

-Me agrada este lugar, es bastamente tranquilo- Murmure esta vez girándome un poco hacía él, podía ver cada facción de su rostro que por orgullo no había podido antes ver, podía ver que llevaba responsabilidades sobre su cabeza, sus gestos serios y agradables hasta ahora me hacían pensar que en realidad nunca lo había conocido, tal vez podía tomarlo como un mal sueño el cual podría durar por mucho, o por poco. Eso lo veriamos mientras siguiera siendo así. No lo culpaba, podía ver rasgos de preocupación en su mirada, sabía ahora que no todo estaba perdido con él y me sentía injusta por verle de otra manera por etiquetarlo de arrogante y presumido sin darme la oportunidad de conocerle antes aunque claro, él había tenido bastante culpa en ello.

Ahora solo pensaba que los dos caímos en ese error, los juegos aparte que destruían familias también posibles futuras amistades, lo cual me hacía imaginar como hubiera sido si él y yo nos hubiéramos conocido en distintas circunstancias, sería igual a mi acto de antes? Supongo que no, pero creía por todo lo posible que hubiera sido un momento más que inolvidable.
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Mensaje por Invitado Lun Abr 09, 2012 5:51 pm

Observó cómo Meredith se iba acercando, sin apartar la vista de ella en ningún momento. No podía evitar sentirse extremadamente raro, ya que no era algo a lo que estaba acostumbrado. Simplemente estaba ocurriendo algo alejado de la normalidad, y todavía no tenía muy claro cómo se sentía al respecto. Le gustaba lanzarse a la aventura y vivir cosas inesperadas. ¿Pero qué le garantizaba? Quizá su falta de seguridad estaba comenzando a hacerlo dudar. Y no debía ser así. Lo había tenido todo claro en su vida, manejar la situación en todo momento era algo que debía hacer. ¿Pero qué pasaba cuando no lo conseguía? Se estaba lanzando a una piscina que posiblemente estuviera vacía. Pero el impacto no significaría nada al compararlo con lo que pudiera ganar ese día. Ir con todo o ir con nada. Enfrentarse o rendirse. Vamos, no había nada de lo que no pudiera adueñarte, y ese momento le pertenecía a él.

Observó al horizonte para ocultar aquella sonrisa de éxito que se había dibujado en su rostro. Las cosas estaban saliendo a la perfección, no había mejor forma que esa para salir de la asquerosa rutina que durante la mayor parte del tiempo lo abrumaba. Quería divertirse, vivir algo diferente, con alguien diferente. Siempre había cumplido con cada uno de sus propósitos, de una forma u otra, y acababa de aclararse consigo mismo qué era lo que quería, o mejor, a quién quería. Su naturaleza caprichosa había vuelto a ganar de nuevo, contra todo pronóstico. Así que, ¿qué arriesgaba? Lo había decidido. Y así se cumpliría.

-He estado alguna vez en el distrito doce para visitar a amigos de la familia. –Comentó, girándose para poner los ojos en ella, que se encontraba perdida en el horizonte. -Y esto es muchísimo mejor. -Añadió, siempre tratando de poner la mejor imagen posible a su distrito. -O puede ser que para mí no exista nada que se pueda comparar. -Dijo, volviendo la vista al infinito mar. Había estado por todo Panem, y ni aun así había podido encontrar algo que realmente se asemejara a sus tan adoradas playas. O más bien, no había encontrado ninguna otra que lo hiciera sentir de la misma forma que la de su distrito, por eso las apreciaba, porque realmente tenían un valor para él. -¿No crees que soy buen guía turístico?-No apartó la vista del horizonte, pero aún así sonrió. Definitivamente quería demostrarle lo equivocada que había estado anteriormente, y lo equivocado que también había estado él. Se sentía egoísta por querer disfrutar él solo de la brisa, pero la mejor forma de hacerlo era con compañía.

Nuevamente se giró para observarla, encontrándose esta vez con sus ojos puestos en él. Sonrió de lado al observar que ya comenzaba a sentirse mejor y que el mareo se alejaba con la brisa. Se alegró de no tener que cargar con su cuerpo para sacarla de la playa. –Lo sé. Normalmente las personas sólo se centran en la arena y se olvidan de todo lo demás.-La costa era mucho más que un lugar de diversión, y eso era algo que no todos podían llegar a comprender. Lo habían educado para amar cada uno de los elementos distintivos de su distrito, porque su familia sentía gran apreciación hacia todos esos pequeños detalles que no todos los ojos pueden ver. Y eso le agradaba en muchos aspectos.

Estiró los brazos y se apoyó en las palmas de sus manos. Tenía que hacer algo, añadir algo de pimienta. A fin de cuentas, el juego trataba de que fueran meros extraños. No había ni pasado, ni un trágico futuro por delante. Solamente era el presente. Y no rechazaría el vivirlo. No apartó la mirada de ella, por lo que todavía seguía observando lo profundo de sus ojos. –Dime, Helena…-Comenzó, añadiendo cierto toque insinuante en sus palabras. Sabía exactamente qué debía decir, o más bien, qué era lo que quería. -…¿Eres el tipo de chica que besa en el primer encuentro?-Concluyó, sonriente. Se acababa de lanzar a la aventura, ocurriese lo que ocurriese. Otra vez estaban él y su maldito espíritu aventurero.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Mar Abr 10, 2012 11:51 am

Andrej hablaba de su distrito como si este fuera el mejor en todo Panem y en realidad no lo culpaba, cualquiera se sorprendería por las hermosas playas y demás que había en el lugar. Además, cualquiera en su propio distrito hablaría bien de el, por ejemplo, yo siempre había visto el mío como mi paraíso personal, dejando bajo tierra las minas, el exterior tenía mucho que proporcionar, tranquilos bosques, las grandes presas y la pequeña y andrajosa plaza como la veía yo. La gente del distrito doce, todos amables con el mismo pueblo, cariñosos hasta el tuétano. –Cada quien habla de las bellezas de su ciudad como si fueran únicas, lo reconozco… tal vez si eres un buen guía- Reí bajo, demasiado suave para que se considerara una risa como tal. –Aunque…- Murmure levemente mientras mordía ligeramente uno de mis labios antes de seguir –Estaré segura de que tan buen guía turístico seas una vez que conozca algo más que esta playa- Sonreí de medio lado dando un pequeño recorrido con la mirada, otra vez perdiéndome en el horizonte, donde el cielo y el mar se fundían como uno solo, curiosa como siempre, me trate de imaginar que era lo que había más allá.

Escuche sus palabras, la gente siempre era así, solo veía lo que los demás hacían, se seguían como ovejas, yo ni era, ni quería ser alguien más del pastoreo, siempre había querido ver más que los demás, mi madre siempre me tacho de curiosa y observadora por tal cosa. –Es interesante, ya tienes un turista curioso y lleno de entusiasmo al cual enseñarle más que arena- Sonreí nuevamente, lo cual cada minuto se me hacía más fácil, irónico tal vez, pero que no era irónico en la vida?

De repente, el oírle de nuevo me desconcertó –¿Dime?- Ladeé la cabeza solo un poco para después alzar una ceja sin más expresión que esa –Pues…- Medite varios segundos o lo que me parecieron minutos, su extraña pregunta, bueno, no era extraña solo no me la esperaba. –¿Eres de los chicos que besan a la primer chica que se ve con esas intenciones, Andrej?- Contraataque sonriendo de igual manera que él, ocultando lo que en verdad sentía, todo era tan raro.

Presione mis labios un momento, mientras esperaba a que hablaba ¿Hasta dónde pensaba llevar las cosas ahora? ¿Qué pasaría si en realidad yo pensara en besarlo? Y sobretodo… ¿si él me besaba? Tal vez una cachetada en pleno acto Pensé y negué con ligereza sin que él se diera cuenta. No creo que pudiera hacer tal cosa, no, no haría tal cosa.

En realidad mientras más lo pensaba más ocultaba la realidad, tenía la respuesta pero seguía con las preguntas en mi cabeza, sabía que si en algún momento Andrej me besara, si lo hiciera, yo no haría nada para cambiar tal cosa y en recuerdos recordaba una plática con mi madre, en la cual sería mejor no pensar ahora… ya que tenía que ver con la misma persona que me había atormentado varias veces, la misma persona que ahora era… linda y agradable, él estaba a mi lado mirándome y no podía negar que aparte de todo, dejando de lado todo, él había llegado a gustarme en su momento y eso se había quedado ahí, esperando a salir de nuevo en cualquier momento, tal vez esa era mi mayor debilidad y no las que él pensaba de mi.


Última edición por Meredith H. Vipointe el Miér Abr 11, 2012 12:10 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Mar Abr 10, 2012 4:28 pm

Estaba llevando la cosa a otro nivel. Había dejado de ser un simple encuentro para convertirse en algo que significaría un cambio. Un antes y un después en la relación y en la visión que podía haber tenido de Meredith. Sólo unos días. Unos días antes de que comenzasen los juegos, y entonces todo volvería a la normalidad. O eso era lo que esperaba. Tenía un gran significado, no sólo para él, sino también para sus tributos, porque también los estaba incluyendo a ellos. Quizá en algún momento aprendería a separar, poner límites entre el trabajo y la vida personal. Pero, ¿qué dirían? No podía permitir que creyeran de la existencia de favoritismos ni de alianzas predefinidas. Sabía que no tendría escapatoria ante aquella visión de ambos. Las personas podían llegar a ser despreciables. Pero era un riesgo que debía tomar para así poder, al fin, dejar todo atrás y olvidarse de quién era. Eso era lo único que quería, olvidarse de quién era.

-Te podría llevar a cualquier parte, pero seguro que no querrías volver a tu distrito. –Contestó, continuando con su nueva profesión como guía turístico, pero le era inevitable, adoraba todo lo relacionado con el distrito cuatro, y así quería mostrárselo al mundo. No era sólo el lugar donde vivía ni donde se había criado, era muchísimo más. No era consciente de hasta qué punto las personas podían sentir afecto hacia su lugar de procedencia, o si era algo típico sentirse de ese modo, pero así era su realidad.

Sería plenamente estúpido si jamás se hubiera fijado en Meredith como mujer. Se había cerrado en la imagen que tenía de ella: la despreciable mentora del distrito doce. Y nunca había estado más equivocado. Había dejado que su orgullo y prejuicio manejaran su mente. Sabía lo atractiva que podía llegar a ser, estaba consciente de todo lo que se había perdido por su maldito egoísmo y suficiencia. No era el tipo de persona que le daba segundas oportunidades al resto, simplemente se quedaba con la visión que le mostraban. No perdía el tiempo en tratar de conocer a la persona, y aquello no era más que la mayor equivocación de su vida. O por lo menos, así se lo estaba demostrando su acompañante.

Dejó escapar una ligera risa al hallar su respuesta. Realmente no esperaba que le respondiera directamente, sabía que la personalidad de Meredith no se lo permitiría. Pero él era diferente. –Responder con una pregunta no es jugar limpio. –Sonrió, mientras volvía la vista al horizonte. Definitivamente no estaba jugando limpio. De nuevo, comenzó a dudar ante las posibles consecuencias de su respuesta. Todo sería diferente. Pero, ¿no había sido la aventura lo que lo había llevado a formular la pregunta? Debía enfrentarse a ello. Quería poner todo en segundo lugar y simplemente tratar de vivir la novedad. Lo único que querían hacer era vivir una vida alterna aunque fuera durante unos instantes. No habían dejado de ser adolescentes en ningún momento, muy a pesar de verse obligados a crecer. ¿Qué mal podían hacer?

Tras una pequeña meditación, volvió a girarse para colocar su mirada en ella, siempre sonriente. Estaba decidido a contestar. –No, no lo soy.-Dijo, sincerándose. A pesar de lo mucho que le gustase el mundo del coqueteo, no hacía nada que no tuviera una razón y significado detrás. –Soy el tipo de chico que besa a quien lo merece. –Concluyó. Toda la verdad acababa de salir de su boca. Ella le había otorgado la posición de decidir qué hacer en el momento. Y eso significaba que haría todo lo posible para que su intención se viera exitosa. Se incorporó para acercarse algo más a ella y le apartó un mechón del cabello algo revoltoso de la cara. Lo había decidido. Recorrió la pequeña distancia que había entre ambos y, finalmente, pegó sus labios con los de ella, depositándole un suave beso. Ya no había marcha atrás. No le importaba si eso significaría una gran bofetada, porque habría sido capaz de hacerlo.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Mar Abr 10, 2012 5:48 pm

Negué ligeramente con seguridad al escucharle, por más que su distrito pudiera llegar a gustarme no había lugar mejor que el hogar. Todo aquello, el mar el sol y la arena eran tan atractivos como las cosas de mi distrito, claro, vistos de otra manera, a mi manera. Solo sabía que por más que quisiera, mi familia, mi distrito y hasta las oscuras minas era al lugar que sin importar cuanto viajara y conociera regresaría. –Tal vez, nunca se sabe que es lo que realmente te puede atrapar a un lugar- Medite un momento mis palabras mientras él veía con ojos buenos hacía el horizonte, admirando su horizonte.

Pensé de repente en esas otras cosas que podían retenerme ahí, no quería pensar realmente que me podía llamar tanto la atención en ese distrito, seguramente no iba a ser la playa ni la fina arena que descansaba a mis pies, tampoco el gran acantilado que reinaba detrás de nosotros, el aroma a sal, la refrescante y húmeda brisa, nada de eso y me gustaban, claro, pero no eran cosas suficientes, eran algo más físicas y si yo iba a tener que estancarme aquí tenía que ser por algo más... sentimental.

Como antes, tal vez ya sabía la respuesta a eso, tal vez aunque no debería si quiera pensarlo, Andrej era en cierto punto algo que me retendría solo unos días más aquí, ya que ni en mis más vagos sueños había considerado verle como algo más, a sabiendas conocía lo que significaría el que nos vieran tan solo sentados, solos en un rincón como ahora, iba a ser un desastre y una posible noticia para el capitolio, cosa que mientras le daba vueltas menos me importaba.

Reí al oírle, esta vez sin ocultar aquel sonido. ¿No estaba jugando limpio? Claro, no lo hacía, pero tampoco pensaba dejarle las cosas tan fáciles, me volvía a engañar a mi misma, me estaba dejando llevar tan rápido como él había empezado a hablar y con todo eso, aún así con mi supuesto juego sucio él respondió.

Antes que pudiera pensar si quiera si yo era alguien que podía merecer un beso de Andrej este se acercó, dejándome solo con mis pensamientos, quieta como ya antes me había dejado, al parecer, pretendía tener ese poder sobre mi, aunque no tuviera tal intención.

Sentí su rose al colocar detrás de mi oreja uno de los mechones de mi enmarañado cabello, la sensación que esto dejo fue un ligero cosquilleo que recorrió toda mi piel, sin dejar de verle, note como se acercaba, nuevamente como en la cercana playa se acerco a mi pero esta vez, un poco más, volví a sentir su calor, su respiración y entonces pasó.

Los suaves labios de Andrej se toparon contra los míos en un acto que jamás imagine, su beso fue ligero pero no tanto como para sentir desplomarme por dentro, deje mis manos quietas sobre mi vientre, como había pensado, no tenía ni la más mínima intención de golpearle, solo de corresponderle. Mis labios se entreabrieron casi como si lo hubieran decidido ellos por si solos y entonces solo un poco tiempo después mis labios le proporcionaron a los suyos un pequeño beso, tan suave como el que él me había dado, una de mis manos se colocó sobre su pecho y como si no tuviera fuerzas para hacerlo de repente me separe.

La necesidad de tenerle cerca solo me dejo alejarme unos cuantos centímetros, sus profundos ojos se apoderaron de los míos hipnotizandome y su exquisito aliento amenazaba con embriagarme logrando así su cometido, lo que me hacía pensar en el momento y si en verdad eso era lo que quería, lo único que tenía más presente eran sus palabras antes del dichoso pacto, una vez puestos en la arena, una vez empezando los juegos, cada quien seguiría por su lado, solo seríamos los mismos mentores que se fastidiaban uno al otro tratando de conseguir ese no se que que era lo que nos mantenía de cierta forma juntos.
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Mensaje por Invitado Jue Abr 12, 2012 4:34 pm

Quién le iba a decir a él, Andrej Odair, que iba a acabar de aquella forma con Meredith. Era algo completamente impensable, ya que sólo unas horas atrás, la veía como su mayor enemigo. Las vueltas que estaba dando su relación durante tan poco tiempo, estaba consiguiendo hacer que en su cabeza se crease una gran civil: Irracionalidad versus cerebro. Pero, ¿no estaba todo relacionado con lo mismo? Andrej podría presumir de lo tan bajo control que podía mantener cada situación, incluso de saber actuar impecablemente cuando así fuera necesario, pero la cosa cambiaba cuando eran su irracionalidad la que pretendía entrar en acción. Aunque no había nada real, después todo volvería a la normalidad y ninguno de los dos tendría que volver a mirar atrás, ¿no? Definitivamente lo estaba haciendo llegar a dudar, y eso no debía desembocar en ningún tipo de connotación positiva.

Arriesgarse con sus acciones era algo que llevaba haciendo gran parte de su vida, pero aquellas mismas decisiones se habían convertido en sus mejores experiencias. No podía evitar dejar llevarse por sus propios instintos y sus necesidades como ser humano, en ningún momento había dejado de serlo. A pesar de sus intentos de no dejar que el resto de personas llegasen a adentrarse en él, y a tratar de esconder todo tipo de sentimientos y emociones que demostrasen debilidad, nunca dejó de ser una persona. En algún momento tenía que dejar de contenerse, y simplemente dejarse llevar. Y aquél momento no había hecho más que llegar.

Mentiría si no dijera que la respuesta de Meredith no lo había sorprendido. Se esperaba cualquier cosa, menos un buen resultado. Nuevamente se sentía victorioso, porque estaba consiguiendo romper la realidad con la que había estado conviviendo desde que conoció a su acompañante. Pero de igual forma, estaba confirmando los sentimientos de Meredith ante su nuevo futuro. Estaba tan oprimida por lo que vendría, que era incluso capaz de evadirse con alguien como Andrej, justo como estaba haciendo él. Eso le estaba ayudando a comenzar a creer lo débiles que podían llegar a ser las personas ante una idea de un futuro tan desolador. Estaba completamente seguro que hasta el mentor más preparado de Panem no conseguía conciliar el sueño por las noches.

Sintió el tacto de los labios de Meredith corresponderle, y entonces fue como si el tiempo se detuviera. No existía nada más. Atrás había quedado la brisa, el sonido de las olas chocar contra las rocas, y el sonido de algunos barcos que se acercaban a puerto para comenzar con la jornada laboral. Todo, absolutamente todo, había quedado a un segundo plano sin importancia. Nunca hubiera imaginado que esa situación terminase por cumplirse. Ni si quiera estaba totalmente seguro de qué pretendía al proponer aquel acuerdo. Sólo había surgido de una forma inesperada, sin provocarlo. O así pretendía verlo él. Ella estaba consiguiendo sacar una de sus peores facetas: la ambición de querer más.

Entonces, se separó de él. La distancia era escasa, pero aún así notoria. No, claro que no lo podía permitir. No había avanzado tanto como para separarse. No, no podía. Necesitaba volver a sentirlo. Una vez más. Apartó la mano de Meredith que marcaba la separación, y la miró a los ojos, tal y como lo llevaba haciendo desde el primer momento. -No tienes que asustarte. –Dijo finalmente, casi en un susurro. Una vez más bajó a sus labios para encontrarse con sus labios a una distancia tan corta que hizo que se rozaran. Tras haberse encontrado en terreno seguro, no podía detenerse sin caminar al menos un poco más. Debía seguir. Colocó una de sus manos sobre su mejilla, y la besó con mayor intensidad y ritmo. Creía estar seguro de su decisión, pero ese era el significado de todo aquello: arriesgarse.

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Mensaje por Meredith H. Vipointe Jue Abr 12, 2012 5:49 pm

Al instante que le tenía al menos unos centímetros alejado de mi pensé que todo quedaría hasta ahí pero claro, como siempre venía a equivocarme con Andrej, él de nuevo se acercó y aunque por un instante quise volver a detenerle considere que esa no hubiese sido una de mis mejores opciones. Me quede allí, quieta como una estatua pero con la respiración entrecortada mientras miraba aquellos ojos que él tenía, no podía saber como cada vez que les veía algo diferente en ellos aparecía, no era un chico de una sola expresión desde que habíamos pactado aquel juego, antes de eso, solo veía frialdad, odio y en sí rencor al mirarme, me alegraba que todo aquello no pasara ahora, no sabía que pensaba él pero sabía que era tan adictivo mirarme a los ojos como yo misma lo hacía con los suyos.

Intente presionar mis labios al escucharle hablar pero sus labios ya estaban sobre mi una vez más. No estaba asustada como él decía, bueno... quizás un poco, pero ni si quiera estaba segura de lo que sentía o a que era a lo que le temía. Intente tomar por la nariz el poco aire que tenía disponible cerca de mi, en realidad, no había espacio entre nosotros y mucho menos había suficiente espacio en mi cabeza para pensar lo que estaba haciendo, lo que él intentaba hacer. Correspondí a su beso de igual manera sin necesidad que él me insistiera.

Mis labios, acariciaban los suyos con suma necesidad, sentía su mano sobre mi rostro e intuía que era para no alejarme, eso ya no era algo considerable, pose suavemente mi mano sobre la suya en mi mejilla, acariciando sus dedos haciendo un poco de presión para que no la quitara, no era lo más inteligente que podía hacer, lo sabía bien pero por lo poco que conocía a Andrej y lo poco que me había dado hasta este momento solo hacía que no me quedara más que seguirlo.

Inhale nuevamente un poco del aliento que se entremezclaba en nuestros labios invitándome aún más a seguir y presione mis labios está vez contra los suyos besándolo con ansias pero también con tranquila cadencia, sus labios irónicamente se acoplaban a los míos haciendo de esa una buena experiencia, poco presumía de antiguas experiencias en mi vida pero debía admitir que si quería aprovechar esto, lo haría más que bien, sin contenerme por lo que pensara en ese momento y mucho menos por lo que fuera a pasar después, bien sabía que tenía que tomar en cuenta sus palabras que aunque las tenía en la cabeza no pensaba aún llevarlas a cabo, tomar solo el presente sin importar el futuro, al fin y al cabo, nadie sabe lo que puede o no pasar después, la vida no tenía un tiempo definido, nadie sabía cuanto tiempo le quedaba.. Pero... ¿pero que hacia? ¿Pensaba en cuando llegaría mi muerte? Cerré los ojos para concentrarme en el, no podía dejar mi cabeza y mis pensamientos atrás pero si podía disfrutar más en vez de liarme esta vez.



Ya vez que divagar es un don para mi(?) Perdón, si seguía continuaría hasta llegar a la inmortalidad del cangrejo >.<
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Mensaje por Invitado Dom Abr 22, 2012 6:26 pm

Le resultaba estúpida esa forma tan sencilla que tenían las personas de cambiar acontecimientos, de hacer que la tranquilidad pasase a éxtasis y la respiración tomase un ritmo salvaje. La percepción del mal y del bien había quedado en segundo plano. Ya nada importaba mucho más que el presente, su presente. Tenía que aprender a convivir tanto con su consciente como con su inconsciente, debía cumplir con sus deseos, todo formaba parte del proceso del ser humano. La humanidad comenzaba en la irracionalidad, dónde realmente la persona podría mostrarse alejada de la realidad. No le importaba, claro que no le importaba lo que pudiera ocurrir. Aquél momento debía pertenecerle a ambos, y no a los caprichos de un gobierno tiránico.

Sintió el tacto de la mano de Meredith tocar la suya, y entonces la besó con gran anhelo. Estaba cumpliendo con sus deseos más ocultos, algo que jamás hubiera visto efectuarse más que en sus más secretas fantasías. Le resultaba asquerosamente despreciable, eso no había cambiado y jamás lo haría, ya que estaba consiguiendo silenciarlo y mostrar su más escondida faceta. No podía sentir más que puro recelo hacia la mentora del distrito doce, aquella mujer que por primera vez se había adueñado de él. Como si de una batalla se tratase, Andrej Odair estaba perdiendo en racionalidad. Lo único que podía hacer para tratar de defenderse era besarla.

Cuando la llamada de oxigeno comenzó a ser necesaria, se separó mínimamente de ella. No, claro que no iba a perder. Bajó la mano en un recorrido hasta su cadera, y la colocó con ligereza. Posó sus labios en el cuello de ella, y lo besó de la misma forma que había hecho con ella, comenzando con una suavidad que poco a poco se tornaba más intensa. Estaba iniciando un proceso de fin incierto, y es que, era incapaz de saber en qué terminaría todo aquello. Pero al menos, quería que aquél mismo momento fuera más que efímero, muy a pesar de que su corta duración sería efectiva. No tenían mucho más tiempo para hacer lo que realmente querían. Porque después, todo habría terminado.

Si se trataba aprovechar el momento, y cumplir con sus necesidades, lo haría. La piel de Meredith olía a lo salado del mar y no había nada que le gustase más que eso. Se sentía incapaz de soltarla, incapaz de detenerse. Todo lo que podía querer estaba junto a él. ¿Acaso había algo más que necesitase? Dejó el cuello de la rubia al notar que conseguiría dejarle la marca de su acción, algo que seguramente no le gustaría mostrar. Sintiendo que era insuficiente, la agarró de ambas manos y estiró de éstas para apegarla a él, y después conseguir sentarla encima de él. No había recorrido el camino para detenerse. De nuevo, se acercó a sus labios y la besó. Era incapaz de cansarse de todo aquello, y lo sabía

Su racionalidad comenzaba a jugarle malas pasadas. No podía quitarse de la cabeza todo lo que podría ocurrir. Porque no estaban haciendo bien, no era lo correcto. Estaba poniendo en peligro todo lo que le habían otorgado, y sabía que allá en el Capitolio no permitían ningún tipo de juego que pudiera significar algo negativo en el suyo. No importaba lo mucho que tratase evitarlo, hacía tiempo que habían conseguido acorralarlo. Se había vuelto incapaz de vivir su propio presente. Cortó el beso separándose pequeños milímetros de sus labios. –No puedo quitármelo de la cabeza. –Confesó casi en un susurro. Se sentía vulnerable e inútil al encontrarse perdido en la presión. Pero habían llegado a un acuerdo, debía tratar de olvidarlo todo. Quería besarla y que no le importase el resto. –Pero quiero seguir hasta llegar a hacerlo. –Terminó, dándole un beso corto. Si él había empezado todo aquello, no podía rendirse a mitad de camino, no podía permitir dejarse ganar.

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