The last sunlight in the woods{Meredith H. Vipointe}

Miércoles, puesta de sol anaranjada

Aleksandra estaba acostumbrada a dar un pequeño paseo en el que atravesaba uno de los parques de su distrito para llegar a su casa si el tiempo acompañaba, tal y como era el caso, y si no estaba muy oscuro, porque a la chica no le hacía mucha gracia atravesar cualquier parte que estuviese poco iluminada si era casi de noche. Por suerte todavía había días largos que le permitían pasear un rato por el parque después de terminar su turno en la fábrica de microchips, turnos que cada día se le hacían más largos y pesados debido al mal ambiente que reinaba en ese lugar, y aunque ella deseara irse sabía que en ningún otro sitio le ofrecerían esa cantidad de dinero y la posibilidad de trabajar tan solo unas pocas horas por la tarde.

En cuanto cruzó el cartel que marcaba el inicio del parque así como su nombre, el cuerpo de la chica se relajó aportándole aún más una apariencia de persona completamente feliz, aunque eso no fuese del todo cierto durante todo el día la verdad es que la morena sabía aprovechar los momentos que la hacían feliz, como sus paseos o sus clases en la Academia, y convertirlos en su único recuerdo de ese día, dejando que su padre pensase que estaba perfectamente y que no necesitaban la ayuda de nadie, porque lo que menos quería Aleksandra era ser llevada a una de esas casas comunitarias para los niños cuyos padres no podían ocuparse de ellos.

Aleksandra elige para sentarse un hueco entre las raíces de un roble hasta las que llegan los últimos rayos de sol de la tarde, de ese tono anaranjado y suave que logra hacerla sentir cálida pero no agobiada, protegida pero no encerrada, tal y como hace su padre cada día, tal y como suena la música de su colgante. Cierra los ojos mientras pasa su mano distraídamente por el colgante, accionando el mecanismo que permite reproducir la nana que su madre le cantaba de pequeña. Sin embargo, la tranquilidad del momento es rota por el murmullo de unos suaves pasos acercándose, pasos de alguien que no es del distrito 3.

Aleksandra alargó hasta el último momento la acción de abrir los ojos para observar a la persona que había interrumpido su atardecer silencioso y cuando lo hizo tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse a la luz a pesar de que la intensidad de la misma fuese bastante soportable.

Cuando giró la cabeza en busca de la persona desconocida se topó con una chica rubia sentada a pocos metros disfrutando de los últimos rayos de sol de ese día, disfrutándolos como si no tuviese esa oportunidad muy a menudo, lo que confirmó las sospechas de Aleksandra de que no pertenecía a ese distrito. Con la cabeza ladeada clavó sus ojos oscuros en la chica, dejando que su mirada permaneciese fija en ella pero que adoptase esa expresión de lejanía que expresaba que su mente no estaba precisamente estudiando todos los detalles de la desconocida.

Segundos después, Aleksandra despertaba de su pequeño trance y recordaba la pequeña caja con fruta que guardaba en su bolso debido a que esa mañana era lo único que había para comer, claro que a la hora de almorzar se le había olvidado completamente, a pesar de que no debería descuidar sus comidas; así que con un poco de duda, ya que no pretendía molestar o interrumpir a la chica, se arrastró por el césped hasta que acortó la distancia entre ambas lo suficiente como para que al extender su brazo las frutas con azúcar quedasen a una altura que a la chica le permitiría coger un trozo de fresa, kiwi o manzana o rechazar la invitación.

-¿Quieres una?-Aleksandra acompañó su invitación con una frase cargada de alegría y energía.

La morena sonríe como respuesta al agradecimiento de la rubia mientras deja entre ellas el recipiente con la fruta de manera que puedan ir disfrutando de su contenido a la par que del precioso día que se apaga lentamente. Aleksandra escucha detenidamente la presentación de la rubia, que al parecer se llama Meredith y viene del distrito 12, hecho que hace que la morena adopte una expresión de sorpresa y curiosidad consistente en abrir de una manera bastante graciosa sus ojos oscuros y entreabrir sus labios sonrosados dejando escapar un murmullo inteligible.

Es la primera vez que Aleksandra se encuentra con alguien de un distrito tan lejano, porque si bien es cierto que ha salido del suyo para ir ha otros, lo más lejos que ha estado de su distrito natal es la ocasión en la que fue con su padre para hablar con un amigo del mismo que le había construido una silla de ruedas inteligente que le permitiese moverse por su pequeña casa. Y en las ocasiones en las que había salido ella sola no es que hubiese conocido a mucha gente porque, básicamente, lo único que hacía era comprar lo que necesitaba, dar una pequeña vuelta y volver corriendo a la seguridad que sentía en su distrito.

-Yo soy Aleksandra Zakharova, de este mismo distrito.-La morena dejó de lado todas las preguntas que se moría por hacerle a Meredith por su vida en uno de los distritos más alejados, porque al fin y al cabo ella nunca olvidó todas las lecciones de su padre acerca de la importancia de los buenos modales aunque en ocasiones como estas se quedara ensimismada y tardase un poco en recordarlas.-Y tienes razón, es una puesta de sol maravillosa.-Aleksandra terminó su contestación con una sonrisa que dejaba entrever que de verdad estaba disfrutando de ese pequeño momento, claro que su curiosidad no iba a colaborar mucho para ayudarla a mantener su boca cerrada para conservar ese momento de paz, así que después de coger otro trozo de fruta hizo la pregunta con cierta timidez:-¿Cómo es la vida en el distrito 12?