She's an Extraordinary girl In an ordinary world [Kay]

Pocas personas causaban impresión en mi, podían simplemente lograr que sonriera o que me avergonzara. Pero nadie jamás había logrado que sintiera esas mariposas en el estómago, o que se me doblaran las rodillas con el simple hecho de dedicarme una sonrisa, bueno si había alguien, su nombre era Kayleight. Una chica de cabello tan llamativo como sus ojos y su sonrisa que ponía contento a más de uno, ella provocaba emociones en las personas difíciles de explicar, yo entre ellos.

La conocí un día mientras hacía esos viajes que tanto me gustaban a lo largo de los distritos, la saludé como a cualquier otra chica, sólo que ella fue un tanto diferente, platicar con ella era demasiado interesante y el escuchar su voz me "atontaba" figurativamente hablando. Pasaron los meses y el verla me ponía cada vez más nervioso, como si el escuchar su voz fuera lo mejor en esta vida, su sonrisa, era lo que más me gustaba de ella y ni se hable de aquellos labios carnosos color durazno. Nos habíamos vuelto buenos amigos, hasta le llegué a mostrar mi casa y por desgracia a mi hermano mayor, el alcalde del distrito tres. Aunque a él no pareció darle mucha importancia, para mi bastaba con que no le hablara mal de mi, o en su defecto que no la aceptara.

Hoy la vería de nuevo, y sería el día indicado, ya no soportaba el hecho de tener que quedarme con las ganas dentro, tenía que decirle lo que sentía, tarde o temprano ella lo descubriría y preferiría que lo escuchara por mí. Además de que la idea de que alguien más ganara ese lugar me volvía loco, no es que no quisiera que ella fuera feliz, sólo que esperaba que lo fuese conmigo.

Tomé el primer tren por la mañana hacia el distrito cinco y después de un par de horas llegué, estaba nervioso, las manos me temblaban, por lo que tuve que guardarlas en los bolsillos delanteros de mi pantalón, saludé a un par de personas en mi camino y después me dirigí en concreto hacia la zona de viviendas. Cada paso que daba aumentaba mi respiración, tenía que calmarme, me senté en una banca y me relajé, no debía de ser tan difícil hacerlo, digo... sólo era decirlo y ya ¿No?. "No seas idiota Arthur, eso no sólo se dice y ya, tú debes de sentirlo y esperar el momento adecuado" pensé, por lo que me levanté esta vez un poco más decidido y después de unos minutos llegué hasta la puerta de su casa. Toqué dos veces y esperé que pudiese ser ella la que me abriera.

Hacia un tiempo había conocido a un chico del distrito 3 y no sabía porque, pero esa mañana sus ojos y esa sonrisa no salían de mi cabeza.
Recuerdo que al conocerlo por primera ves mostré el buen lado de mi con él. Como nunca lo había logrado mostrar con nadie más, el tiempo en el que estuvimos hablando fue para mi muy corto pero en realidad duro muchas horas. Los temas volaban cual pájaros a nuestro alrededor, podía hablarle de las cosas que me interesaban sin tener miedo de aburrirlo. Sus ojos hicieron que en continuas veces me perdiera en la conversación, eran realmente bellos.
Hacía un tiempo ya que no lo veía tan seguido, solo nos topábamos de ves en cuando pero ninguno tenía tiempo para hablar como aquella ves. En una ocasión me invito a su casa, fue realmente extraño y me sentí muy incomoda al principio, pero después todo se calmo, con tan solo tenerlo cerca me sentía ridículamente tonta, vulnerable.
Conocí a su hermano mayor, al cual no le tome mucha importancia, vamos yo solo tenía ojos y atención para Arthur en ese momento.

"Bueno basta Kayleight no seas ridicula" Dijo una voz dentro de mi cabeza y tomé una de mis dagas apuntando al blanco que se encontraba colgado en un árbol, ahora practicaba más que antes, ya me aseguraba de no tener fallo alguno. Lo lancé y di en el blanco, sonreí orgullosa cuando oí como alguién tocaba a la puerta. Espere a que mi madre o hermano abrieran, más no lo hicieron. Demonios! seguro andarían vagando como siempre. Entre a la casa por la puerta que daba al patío trasero, corrí un poco y abrí la puerta de enfrente. Casi se me para el corazón al verlo.
Cabello negro, ojos perfectos, labios carnosos y esa sonrisa que podía matarme. Me quede pasmada por un rato hasta que me obligue a salir de mi trancé.
-Hola..-Fue lo único que pude articular y me sentí realmente estúpida, asi que me limité a hacerle una señal con mi mano invitarlo a pasar.

Kay era la única que lograba entretenerme con una platica coherente, bueno muchas veces en los tiempos en los que nos la pasábamos platicando horas y horas enteras llegábamos a decir incoherencias, tales como preguntas algo tontas como ¿Porqué el mas es azul? o ¿Porqué algunas aves vuelan en v?. Esas preguntas y otra más tenían respuesta científica, pero ambos poníamos de nuestra imaginación para responderlas por nuestra cuenta.

Lo que me ligaba a ella era que teníamos bastantes cosas en común, nos gustaba salir de casa y viajar por nuestro propio gusto, eramos sociables hasta cierto punto, tal vez yo era demasiado sociable y confiado y ambos amábamos recostarnos en el pasto a mirar las nubes, bueno las pocas que se formaban y que era de color blanco como la nieve.

El verla frente a mi me hizo que el corazón me latiera rápidamente, haciéndome respirar más veces de las necesarias, respiré hondo tratando de no ser muy obvio, dibujé una sonrisa en mi rostro aunque sabía que se vería un tanto nerviosa mi expresión-Hola Kay-dije con la voz entrecortada y moví un poco mi mano derecha, no podía evitar mirar sus labios, eran mi perdición. Por lo que esperé que ella dijera algo más, no sabía que más hacer.

Podía jurara que mis rodillas estaban por traicionarme y que caería, como un completo idiota, por lo que coloqué mi mano en el marco de la puerta tratando de no evidenciar la razón por la cual me iba a apoyar. Parecía que ella estaba igual de feliz de verme y eso era un punto a mi favor, parecía que dejar de verla durante un tiempo, por razones personales era causa para que me extrañara, o esperaba que así fuera.

Su voz casi logro que me perdiera, hacía ya un buen tiempo que no oía esa dulce voz. Mi mirada vago a sus labios en el momento justo en el que hablo, le dedique una sonrisa, la cual ensanche aún más al verlo sonreír también. A pesar de ello podía notar que su sonrisa era un poco insegura, la comisura de sus labios temblaba un poco y de momento me pregunte porque sería. A mi mente vinieron miles de razones y lejos de ser buenas, cada una era peor que la anterior. ¿Sería a caso que venía a contarme sobre una nuea conquista?, ¿O a pedirme que no fueramos más amigos?. Negué con la cabeza un poco para disipar esas tontas ideas, aveces podía ser muy extremista.

Dirigí mi mirada siguiendo como se recargaba en el marco de la puerta y sonreí de lado viendolo. Recargue mi cabeza en el marco de la puerta, y mire directamente sus hermosos ojos presionando mis labios, vaya que lo había extrañado y mucho.
En un impulso casi automatico abrí mis brazos y me acerue a rodearlo con ellos abrazandolo, oculte mi rostro en su pecho e inspire su loción.

Sabía que estaba sonrojada, por tal motivo no me atreví a levantar la mirada -Te extrañe mucho- Le dije y lo solte poco a poco, tampoco quería que descubriera tan rapido lo ue yo sentía por él. La chica de los cuchillos se mostraba fría ante los demás, esa era yo. Más con él, las cosas cambiaban drasticamente. Asi como mis pensamientos y por ende, mi humor.

Estuve a punto de caer, pero me sostuve con fuerza del marco, a la vez me tuve que soltar para corresponder al abrazo, como si fuese un impulso que al mismo tiempo era un deseo, bueno yo me entiendo. Parecía que ahora estaba un poco mejor, las rodillas estaban firmes y ya no temblaba, para nada. El sentir su rostro escondido en mi pecho me daba a entender que: estaba sonrojada y no quería que le viese el rostro, o que se sentía segura ahí, tal vez un poco más probable la primera que la segunda, o tal vez ambas. Recargué mi mejilla en su cabeza y la acurruqué entre mis brazos, como si nadie más estuviese en aquel lugar, sólo ella y yo.-Yo también te extrañe y mucho-susurré haciendo énfasis en la última palabra.

Después de unos segundos la dejé liberarse porque tal vez le hacía falta un poco de aire, sonreí ya que el recordar su aroma a flores silvestres era demasiado bueno a decir verdad, era como mi droga, aunque no fuera adicto ni al alcohol. Sonreí esta vez más seguro y me metí las manos en los bolsillos del pantalón-¿Que hacías?-pregunte mientras intentaba mirar dentro de su casa buscando a su hermano o a su madre, esperando no haberles dado una escenita de osito cariñosito, el tema de los hermanos me resultaba un tanto indiferente pero tratándose de Kay, bueno esperaba no ser odiado en su familia por nadie en realidad.