Cambio de aires {Arthur J. Everteed}

Era genial desconectar de vez en cuando, y ahora que la familia Keene podía permitírselo lo haría sin duda. Sus padres estaban en plenas facultades-o en un estado decente, dentro de lo que cabía- y eso le daba el punto de positivismo a Nitya que últimamente necesitaba. Su tío Harold les había invitado a pasar unos días allí, para celebrar la recuperación de su padre y pasar algo de tiempo en familia. Así que la pelirroja había tenido que ayudar a su madre el día anterior-entrada ya la noche, después de la cena- a empacar lo necesario para pasar unos días, rindiéndose al sueño minutos después de haber terminado. Al día siguiente, despertó más temprano de lo normal y ayudó a su madre a realizar las tareas de la casa, cuándo consiguieron dejar la casa impoluta y sin desayunar siquiera-tampoco es que hubiese demasiada comida para hacerlo- salieron de su hogar, dirigiéndose a la estación para coger el primer tren que saliera hacia el Distrito 3.

Su padre estaba realmente sereno, con una expresión saludable, aunque debía de admitir que parecía algo pensativo sin ningún motivo aparente. De todas formas la pelirroja no interrumpió a su padre con la pregunta que rondaba por su cabeza, sabía que aunque se estuviera desgarrando por dentro, pondría buena cara y le tranquilizaría diciéndole que estaba perfectamente mientras acariciaría su cabeza, pasando la mano por su pelo totalmente lacio y brillante. Caminó a su lado sin darle más importancia mientras cargaba con algunas bolsas, al fin y al cabo, si algo causaba preocupación a su padre terminaba compartiéndolo con ella tarde o temprano, tenían la confianza suficiente como para compartir aquellas cosas. Al rato llegaron a la estación y en ese momento, Nitya dejó caer con cuidado la bolsa descansando un poco el brazo y se estiró ligeramente, algo cansada porque el día anterior apenas pudo dormir. Se quedó parada mientras esperaba a que llegase el tren, como quién esperaba su turno en la carnicería mientras pasaba los dedos por su trenza deshecha, echándola hacia un lado.

Esperó pacientemente la llegada del tren, algo que era sin duda, sumamente aburrido, aunque lo que vino después tampoco fue la diversión materializada. Había cogido las bolsas, subido con ellas al tren y dirigiéndose a su vagón, se dejó caer en uno-más bien, en el “suyo”- de los asientos que se le antojaban tremendamente incómodos, además de poco estéticos. Dios santo, murmuró en su mente. El viaje sería realmente largo. Cogió la bolsa con fuerza mientras la abrazaba suavemente, de todas formas no tenían tanto equipaje como para guardarlo en los estantes de arriba y bien sabía que no llegaría tan al fondo. No era tan alta. Sus padres la imitaron mientras se sentaban enfrente, manteniendo una conversación superficial, como si fuesen dos viajeros que acababan de conocerse. Si no fuese hija de ambos, pensarían que eran desconocidos, salvo por el pequeño detalle de que ambos tenían la mano entrelazada con la del otro. Aunque tampoco sabía a ciencia cierta si eso les daba algo de romanticismo. Se preguntó a sí misma si ella sería como su madre en un futuro. Tan fría y reservada con su corazón, era imposible tener una muestra de afecto duradera en el tiempo por su parte. ¿Acabaría ella de esa forma? Solo era cuestión de tiempo saberlo, cuestión de descubrirlo.

Desvió su mirada hacia la ventana mientras observaba los paisajes detenidamente, no era un viaje tan largo después de todo, el distrito 3 era un punto medio pero eso no quitaba que fuese pesado. Sintió la tentación de dormir, más bien, de cerrar los ojos y relajarse mientras el tiempo pasaba a su alrededor sin más. Pero terminó hablando con sus padres hasta que el trayecto acabó. Cogieron las cosas y su madre le dijo que descansara, dando un paseo por los alrededores mientras ellos se instalaban. La casa de su tio no quedaba extremadamente lejos y ella había insistido, suponía que dando por hecho que siendo tan inquieta como era necesitaría estirar las piernas. Bajaron del tren y se despidió de sus progenitores mientras caminaba con paso lento, sin rumbo. Caminó durante un rato, llegando a pasar por alguna que otra vivienda hasta que se adentró en un parque. Era amplio y bastante acogedor si lo analizaba objetivamente. Se paró allí durante un instante mientras miraba a su alrededor con detenimiento. Le vendría bien aquel cambio de aires.