Casting para Oceanne Granger

Sus pisadas hacían que las hojas posadas sobre el suelo crujieran a su paso. Miró hacia atrás, soriendo e intentado tomar el aire que le faltaba y corrió lo máximo que le permitían sus piernas. Le podía escuchar gritar, pero le daba igual, debía conseguir llegar al claro y nada ni nadie se lo iba a impedir. Saltó por encima de una raíz que asomaba del suelo y, con esa gracia y agilidad que la caracterizaba, la saltó con soltura. Ahí estaba: el claro del bosque, aquel prado luminoso y rodeado de árboles. Oceanne se sentía protegida en aquel lugar, parecía que aquellos inmensos árboles rodeaban la pradera y la forticicaban, ailándola de todo mal. Se tumbó en el verde césped y pasó su mano por la hierba, cerrándo los ojos e impregnándose de aquellos rayos de sol que incidían sobre su piel. Oyó pasos a su izquierda y sonrió maliciosamente, aquella sonrisa pícara que la hacía tan especial.

- Has hecho trampa - el chico parecía molesto
- Oh vamos Trent - abrió los ojos. Su amigo la observaba con los brazos en jarras - Sé lo que me vas a decir y siempre discutimos sobre lo mismo: No salí antes de que dijeras el "ya" - Trent negó con la cabeza, dándola por imposible, y se tumbó a su lado - El silencio se apoderó de los dos muchachos y el sonido de la suave brisa primaveras hizo acto de presencia, mientras sus respiraciones agitadas por el esfuerzo realizado se esforzaba en ocultarlo - Quiero ir al Capitolio - Trent la miró con curiosidad - ¿No te parece el sitio más maravilloso del mundo? Todo lleno de gente tan diferente, el dinero, el poder... Quiero algo como eso - le miró - Tú podrías tenerlo. ¿Por qué no quieren tus padres y seguís viviendo en el Distrito 12?
- No lo sé, pero a mí me gusta el Distrito 12
- Oh vamos... - enarcó una ceja - ¿En serio no te gustaría ver el Capitolio?
- Por supuesto. ¿A quién no?
- Pues ya está

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Se quedó mirando aquella pantalla de televisión descolorida y miró hacia su derecha, donde sus tres hermanos pequeños parecían ver la televisión como si nada hubiera ocurrido. Tragó saliva, asustada ante lo que venía, pero sabía que debía hacerse la fuerte, no por ellos, sino por ella. Era la hora de hacer lo que mejor se le daba, mentir. Se dió la vuelta, dando la espalda a su familia y se disponía a marcharse como si no hubiera pasado nada cuando su padre la detuvo y la hizo darse la vuelta. Aquel hombre alto y musculoso se acercó a ella y le tomó la cara con las manos.

- Prométeme que no lo harás - su madre les miraba como si no supiera de qué estaban hablando, pero Oeanne si lo sabía. Se podría decir que su padre era la persona que mejor la conocía y con la que mantenía una mejor relación de toda su familia - Prométemelo - Oceanne dudó. ¿Por qué no podía ella ofrecerse como voluntaria si alguno de sus hermanos salía elegido? Eso solo lo sabía él, aunque estaba convencida de que había algo más profundo
- Te lo prometo... - aquello sonó más bien como un susurro y él la soltó con fuerza. Oceanne dió media vuelta, sabiendo que aún tenía los ojos de su padre clavándose en ella.

Corrió hacia su lugar. El lugar al que solían ir aquellos dos niños, donde jugaban y se contaban sus sueños y deseos. Al llegar al claro, cayó de rodillas y gimió hasta que se quedó son fuerzas. No fue capaz de derramar una sola lágrima por su propia promesa de fingir que no le daba miedo, pero no era cierto. Tenía miedo a salir elegida tributo y morir en la arena. Tenía miedo porque deseaba ganar y conseguir todas esas cosas que el Capitolio prometía a los vencedores y, aunque sonara mal, tenía miedo de que Trent fuera porque no le quería perder a él. Era demasiado especial para ella como para perderle. No se lo merecía. No se merecía nada de aquello porque ella siempre había sido buena y lo detestaba. ¿Es que se iban a ir por la borda todos sus deseos de grandeza? ¿Ese futuro perfecto que había planeado no iba a existir jamás? Detestaba haber nacido en el Distrito 6 y no en el Capitolio.