Un intruso ha llegado al Distrito 12 || Katleen Mellark

Martial Galloway quería más Agentes de Paz en el Distrito 12 y eso iba a tener pero ¿realmente aquel viaje era necesario? Y lo peor de todo ¿porqué necesitaba ir yo? Según mi padre para que observara como los cambios estaban sucediendo y para que comparar como ellos vivían, como los niños estaban en desventaja si es que llegaban a ser escogidos como tributos y como él había tenido razón al estarme entrenando desde pequeño. Yo lo entendía más que ningún ser viviente pero él parecía aferrado a que yo lo acompañara al dichoso viaje a pesar de que sabía que odiaba viajar a cualquier parte que no fuera el Distrito 1 o el Capitolio. Solo había viajado una vez en mi vida al Distrito 12 y se me había echo de lo más pesado y horrible no solo porque era uno de los Distritos exteriores sino porque no había nada que hacer ahí, solo había conocido a unos cuantos niños y niñas ahí pero con ninguno había llegado a crear grandes lazos de amistades.

Y ahí estaba yo, en el dichoso tren que nos llevaría hasta el Distrito 12, con el mejor traje que tenía, cara de pocos amigos y maldiciendo por lo bajo. Había varios Agentes de Paz a nuestro alrededor, esos que irían a ejercer el orden en el patético distrito y no podía evitar sentir pena por ellos; irían a vivir en un lugar aburrido. El viaje fue rápido pero fastidioso y cuando por fin llegamos el típico olor a carbón inundó mis sentidos, haciendo que mi cara se transformara en una mueca de desagrado. Unas cuantas revisiones y pudimos vagar libre por la plaza del Distrito, donde la gente se arremolinaba para ver a los que llegaban, pude ver muchas caras de descontento y desconfianza. No los podía culpar, seguramente hacía años que se habían hecho a la idea de que nunca jamás irían a ver a un uniformado en sus tierras. Sin nada más que hacer le dije a mi padre que iría a dar una vuelta, por lo que él me dijo que me quería ver ahí a las dos en punto ya que a esa hora el tren iría a regresar.

Con paso lente empecé a caminar por entre las calles del Distrito 12, con las manos en los bolsillos de mi pantalón y evitando las miradas de los demás, porque había gente que me miraba como si fuera un intruso y aunque lo fuera ellos no tenían derecho a mirarme como un bicho raro. Sabía que no debía de meterme en problemas en un distrito ajeno así que opté por alejarme, caminando a las áreas verdes que años atrás había visitado por primera vez. Pronto me encontré en el bosque, escuchando el cantar de los pájaros y el eco que el agua hacía al caer en las preseas cercanas. Ahí me sentía mejor, lejos de la aburrida gente y en soledad porque al menos no tenía que fingir que ellos me caían bien y tampoco tenía que soportar sus miradas penetrantes. Sin más me recargué en el tronco de un árbol y cerré los ojos, deseando que todo fuera un sueño porque realmente detestaba el lugar donde ahora estaba.

¿Por qué simple y sencillamente no podía volver a casa? Los trenes iban y venían como si de pan caliente se tratara, lo único que tenía que hacer era subirme a una de esas malditas máquinas y esperar mientras me llevaban de vuelta a casa, pero claro mi padre no me dejaría y si lo hacía estaba seguro que me ponía una regañiza, no que me importara pero prefería ahorrarme el sermón tan aburrido que siempre me dedicaba. Si tan solo alguien hubiera venido conmigo el viaje y la estancia serían mucho más tolerables, alguno de mis pocos amigos o incluso Wanda; no sería tan malo porque al menos mediríamos fuerzas mientras esperábamos. Pero no, tenía que venir solo a aburrirme como una almeja y estaba más que claro que lo odiaba. Lo más que podía hacer en el bosque era dormir y no sonaba muy bien que digamos.

Estaba a punto de abrir los ojos cuando escuché que algunas ramitas se rompían bajo el peso de algo. ¿Un animal? ¿Otro humano? El animal todavía me lo creía pero… ¿un humano? No le encontraba el sentido siendo que no creía que ninguna persona del Distrito 12 osara internarse en el bosque, no tenían porqué hacerlo y sinceramente no los creía capaces. Pronto me di cuenta de que trataba: un ciervo salía corriendo en dirección contraria al mismo tiempo que una chica salía de entre algunas ramas, colocando una flecha en el arco que sostenía en alto. El repentino aparecimiento de la chica me hizo saltar y pronto me encontraba de pie; el entrenamiento había ayudado a que mis reflejos estuvieran mucho más despiertos y ahora estaba reaccionando como lo hubiera echo en cualquier otra ocasión. La chica disparó la flecha torpemente en dirección al ciervo, el cual había huido y la flecha había caído por entre los arbustos.

¿Qué demonios? ¿Una chica que andaba por el bosque con un arco? Me preguntaba si estaba jugando a la cazadora siendo que no había disparado la flecha correctamente. No era que yo fuera un experto en el arco, de echo era el arma que más me desagradaba, yo era más de cuchillos y armas blancas pero la chica no había utilizado correctamente el arco. Mientras buscaba con la vista la flecha noté por el rabillo del ojo que ella solo me dirigía una simple mirada y después empezaba a caminar como si nada. Alcé una ceja y me di el lujo de observarla un poco: alta, cabello rubio y largo, delgada y con figura curvilínea, nadie podía negar que era guapa. Me empezaba a preguntar si la había conocido de niño en mi primera visita al Distrito 12.

- Una chica en el bosque y cazando en el Distrito 12 ¿Quién iba a decirlo? – dije en voz alta, aunque el comentario iba más para mí que para otra persona – Aunque para mi el arco no merezca llamarse “un arma”, propiamente dicho, si quieres te puedo enseñar – dije en tono sarcástico al haber notado su pobre intento de cazar al ciervo. Y sí, me reía de ella pero al mismo tiempo me reía de mí, que me estaba ofreciendo cuando solo tenía conocimientos básicos del arco gracias a mi pobre interés en éste. Que si en verdad me interesara sería tan bueno como con los cuchillos.

“¿Por qué no te largaste y ya, Runyon?” pregunté a mi mismo. Al fin y al cabo habría sido lo correcto, después de todo ella había sido la que ni siquiera una palabra había dicho, bien hubiera podido hacer lo mismo: mirarla, ignorarla sin más y haberme dado igual si ella lo consideraba grosero o no porque ella había echo lo mismo. Pero ese no habría sido yo, esa no era mi personalidad y mi primer impulso había sido soltarle lo que primero que se me había venido a la cabeza. Y para ser sinceros no creía que ella fuera a contestarme pero al final terminó sorprendiéndome, ella se dio la vuelta con una sonrisa de lado, alzando el arco, colocando una flecha y tomándome como blanco. Obviamente mi primera pensamiento fue el de alejarme, de quitarme de en medio porque sabía que la chica iba a soltar la cuerda para que la flecha saliera volando directo hacía mí. Pero ¿iba a hacerlo? ¿Tendría las agallas? Iba a verlo y por eso me quedé ahí, esperando a que soltara la flecha, retándola, con una sonrisa.

De nuevo la chica rubia volvía a sorprenderme, pues había resultado que sí tenía agallas y ahora tenía la flecha a unos cuantos centímetros de mi mano, clavada en la corteza del tronco del árbol que se encontraba a un lado de mí. Había sentido la punta metálica a unos milímetros de mi piel y juraba que me había hecho un ligero rasguño. Su primer comentario hizo que mis labios se ensancharan más, ya que éste estaba cargado de frialdad por lo que supuse que se había ofendido por mi comentario inicial. ¿Ahora jugaba el papel de enojada siendo que ella había sido la descortés? Sí, yo también lo había sido con mi comentario pero al menos después de que ella me había ignorado.

- Sí, eres bastante buena una vez que te concentras – le dije solo como observación a la vez que miraba la flecha en el árbol, aun con una media sonrisa. Seguía considerando el arco como algo que no debía considerarse un arma pero no era tema de conversación con la chica que tenía al frente, que al parecer adoraba ese arco; parecía estar a la defensiva al mismo tiempo en que daba unos pasos hacia mí y cada vez que lo hacía se me hacía que la había visto alguna vez en mi vida aunque no podía deducir nada – Runyon Flamsteed – me presenté sin dudarlo ya que no pensaba en por qué no debía hacerlo. Sí, ella era una extraña pero no me importaba ya que ella debía ser del distrito 12 - ¿Puedo preguntar el tuyo o estás muy a la defensiva? – pregunté algo más tranquilo y con la ceja aún en alto.

Noté su expresión, él no creía que yo tendría el valor de hacerlo, y me extraño un poco..pero no tanto esa sonrisa al notar que si lo había echo. Pude haberlo matado y aún asi en sus ultimos minutos supuse que lo hubiera visto sonreír por el echo de haberme atrevido. Chico raro..o chico valiente, una de esas dos era, hasta ahora optaba más por la primera.
Tomé la flecha retirandola de un jalón del árbol, esta ves teniendo mucho cuidado de no lastimarlo. Alcé mi brazo doblandolo un poco hacía atrás y de esta forma guardando la flecha en un contenedor que cargaba en mi espalda.
Sonreí un poco al oírlo "bastante buena" me gustaba que me dijeran cosas buenas sobre mi habilidad con el arco, a pesar de que no olvidaba que ese chico no creía que este fuera exactamente un arma.

Escuche su nombre atentamente y lo reconocí, pero claro, alguna ves lo había visto por el distrito, seguro era amigo de mi hermano o algo así. -Soy Katleen Mellark- Esto ultimo lo dije casi mordiendome la lengua y esperando que no comenzara como las demás personas a hacerme muchas preguntas sobre mis padres y eso, como odiaba que fuera así, mamá y papá eran famosos en todos los distritos pero siempre que oían mi nombre más que centrarse en mi me decían cosas maravillosas de mis padres, como si no las supiera.

No eres de por aquí cierto? -Le pregunté ya más relajada - De que distrito vienes? - Presione mis labios al hacerle esta pregunta y divague mi mirada por el árbol que estaba detrás de él, era grande y frondoso, volví a mirarlo hasta encontrarme con sus ojos, no retiré mi vista a mi me gustaba que cuando me hablaran me vieran a los ojos así que yo hacía lo mismo, el ambiente cambiaba poco a poco de tono, ya o estaba pesado o eso sentía mi parte.

La rubia se acercó hasta el árbol en donde la flecha aún descansaba y la retiró de un jalón simple y limpio lo que me dijo que la chica ya tenía buen rato usando el arco y ya estaba familiarizado con ello. Empezaba a preguntarme ¿Quién demonios le había enseñado? Porque una vez que la veías tirando más relajada y retirando la flecha de ese modo no podías negar que era más que buena. Una vez que ella había retirado la flecha y que la había depositado en el carcaj que llevaba en la espalda ni siquiera me molesté en revisar el rasguño de mi mano porque se sentía como cuando te rasguñas con las ramas de los árboles, ardía pero no era para tanto. Cuando me giré a verla noté que ahora sonreía un poco y supe que había sido por el comentario de que era bastante buena, le gustaba ser alagada y reconocida por lo que era buena

Cuando me presenté ella pareció lo suficientemente convencida para hacer lo mismo y cuando escuché su nombre no pude más que soltar un bufido, pero esta vez no era en forma de burla si no de sorpresa. Me di el lujo de saborear un poco su nombre: Katleen Mellark. ¿Quién no conocía ese apellido? Solo un tonto o un recién nacido que no podía ir a la escuela porque cada día nos repetían la misma historia ahí: Los días oscuros, como éstos desencadenaron los Juegos del Hambre y después de varios años con lo mismo como en Katniss Everdeen, “la chica en llamas”, había provocado la rebelión, ella la había liderado; siendo algo así como la imagen oficial y motivación para los rebeldes y al final de todo habían derrotado al presidente Snow, aunque ella misma había matado a Coin. Katleen debía sentirse orgullosa de su apellido y de sus padres pero algo me decía que más bien parecía querer ocultarlo por la forma en que soltó su nombre. Solté un silbido de sorpresa.

- Hija de los héroes de Panem. No te gusta hablar mucho de ellos ¿cierto? – pregunté mientras la miraba con el ceño fruncido, aunque eso no servía de nada ahora siendo que los Juegos y las viejas normas habían vuelto – Y sí. Estas en lo cierto, no soy de aquí – contesté, sabiendo que no debía comentar más sobre sus padres y no era tema que me interesara para ser sinceros – Del Distrito 2. Supongo que tú eres de aquí... pero¿Cómo has sabido que no soy de aquí? – pregunté con curiosidad, mirándola a los ojos.

Giré los ojos con una mueca dibujada en mis labios al oirlo, había acertado. Y no es en si que no me gustará, ni mucho menos que no me sintiera orgullosa, todo lo contrarío. Estaba muy feliz de ser la hija de los trágicos amantes del distrito 12. Estaba orgullosa del papel que tuvieron mis padres en la revelo y de como incitaron a los demás distritos. De como acabaron con Snow y Coin, todas esas historias siempre habían sido mis favoritas y vaya que si debían serlo como para oírlas unas 50 veces...25 en la escuela, 25 en casa.
-No es eso- Le dije sin molestarme en darle más explicaciones y es que ciertamente yo tampoco sabía que decirle. Algo como "odio que me identifiquen por ellos" No lo creía de lo más prudente y menos a un desconocido.

Sonreí de lado en cuanto me dio la razón y tomé aire como si fuera a decir algo muy largo, más solo solté un: - Tú forma de ser es diferente- Pasé una mano por mi cabello, acomodando un mechón detrás de mi oreja - Además conozco a la mayoría de la gente de aquí y a pesar de que te me haces familiar, es obvio que no eres de aquí - Mordí mi labio inferior al oír su distrito, era conocido por ser de donde salían la mayoría de los agentes de la paz. Seguro él venía con ellos, más no se veía con edad para ser uno.

-Y..que te trae a este distrito? - Curve levemente mis labios hacía arriba mientras me acercaba más a la sombra del árbol, el calor empezaba a ser abrazador, bajé mis cosas y me retiré la chamarra.

Había dado en el clavo y su cara me lo había dicho todo; Katleen había girado los ojos y sus labios se habían desfigurado en una mueca aunque no entendía el por qué. ¿No debía estar ella orgullosa de que sus padres habían ayudado en la Rebelión? Si hubiera sido mi caso habría dicho mi nombre con orgullo y hasta presumiéndolo, ella lo decía como si fuera un dolor de muela y aunque su respuesta no me hizo entender nada no pregunté más pues yo no era quién para juzgarla o para estarla incomodando con preguntas. Suponía que en ese asunto era algo parecida a mí, una vez que no quería hablar de algo simplemente era cortante aunque pudiera parecer grosero pero nadie se metía en mis cosas personales. Que ella lo hiciera no me pareció insultante o algo por el estilo.

Solté una carcajada limpia cuando la rubia respondió mi pregunta. ¿Mi forma de ser era diferente? Si yo era diferente no podía imaginar como eran las personas en el Distrito 12. Me sorprendí cuando ella dijo que se le hacía familiar, por lo que intenté recordar pero nuevamente nada venía a mi memoria; era desesperante.

- ¿Tan diferente soy a las personas de tu distrito? – pregunté con curiosidad pues quería saber en qué era diferente – Tu también te me has hecho familiar pero por más que trato de recordar… nada viene a mi mente – le comenté con una mueca de disgusto al no poder recordar nada – Solo he venido una vez aquí y eso fue cuando apenas era un crío – dije, encogiéndome de hombros – He venido casi en contra de mi voluntad. Mi padre me ha traído para ver como nuevos Agentes de Paz llegan a tu distrito. Ya sabes… todos los nuevos cambios – le contesté, esta vez siendo yo quien rodeara los ojos ya que lo único que no me gustaba de los nuevos cambios eran loa Agentes de Paz. Los Juegos era lo que esperaba con ansias pero eso no era tema de conversación tampoco.

Escuche su carcajada y sonreí irónica, seguramente alguna de mis respuestas no le había gustado en absoluto. Lo escuche atentamente, en verdad que quería saber más sobre el tema de los agentes de la Paz pero de cualquier modo ya lo sabía, todos ellos eran unos malditos aprovechadores. Eso era todo, y si él era hijo de uno de ellos no se podía esperar menos.

-Si, muy diferente. En primera si fueras de aquí no hubieras dicho que no considerabas arma a el arco- Moví un poco mi arco dándole más énfasis y alcé una ceja -Tal ves te vi nada más o me viste y se os quedo guardado, yo que sé- Le solté ya no iba a re-buscar más en mi memoria, estaba segura de que lo había visto alguna ves ¿Para que querer detalles?

Arrugue la nariz con eso de "nuevos cambios" y me encogí de hombros, todos sabíamos que esto pasaría tarde o temprano. -Entonces tu padre es un agente, cierto?- Le sonreí mordiendo mi labio inferior. -Y dime, ya estas preparado para la cosecha?- No podía evitar preguntarlo, si él iba a ser uno de mis oponentes quería conocerlo lo mejor posible, aún que intenté que la pregunta sonara despreocupada como si del clima se hablase.

Bueno, ahora tenía respuesta a una de mis tantas preguntas acerca de la chica. ¿Quién más podría haberle enseñado? Y ahora tenía claro porque era tan buena con el arco, dudaba que su padre lo hubiera echo, pues según me había dicho mi padre, Peeta Mellark solo se había dedicado a esconderse en los Juegos, mientras que Katniss Everdeen se había dedicado a sobrevivir a base del arco, en lo que era más que buena y no dudaba que con eso se hubiera ganado ese 11 tan resonado en sus tiempos. Bien, ahora esa habilidad le serviría a Katleen si es que ella era escogida para los próximos Juegos. Ahora mi duda era sobre si Katniss le enseñó más cosas a su hija, claro hubiera sido demasiado ingenua si no lo hubiera hecho. ¿Qué clase de madre deja que su hija vaya al bosque sin enseñarle algo más que el uso del arco? Si Katleen salía escogida como tributo podría llegar a ser un contrincante fuerte con todo y su juguete.

Su voz hizo que volviera al presente y me concentrara en ella nuevamente, alzando una ceja. ¿Consideraban al arco como una deidad o algo parecido? ¿En serio todos los habitantes del Distrito 12 consideraban aquello un arma? Alguno debía no gustarle ese juguete ¿no? Que ella y su familia lo usaran no significaba que a todo el mundo nos iba a gustar.

- Un punto de vista diferente no hace mal – contesté. Cambié mi postura un poco, recargándome nuevamente en el tronco del árbol, pero esta vez de pie; observándola y viendo como arrugaba la nariz, algo que me decía que para ella los “nuevos cambios” no eran nada agradables. Empezaba a ver esas grandes cosas que nos diferenciaban – Y de nuevo tienes razón. Mi padre es un agente de paz pero él solo vino a supervisar la llegada de los demás – dije con orgullo ya que no me avergonzaba decir que mi padre era un Agente. Su siguiente pregunta me dejó pensando; lo había dicho con demasiada despreocupación, como si fuera una pregunta casual o como si me estuviera preguntando la hora. ¿No se suponía que todos estarían nerviosos o asustados de lo que venía? Si ella lo estaba lo escondía muy bien o tenía algo entre manos – No creo que nadie esté preparado ¿o si? ¿O tú lo estás? – le devolví la pregunta, alzando la ceja y tratando de ver que se traía entre manos.

Ladee la cabeza escuchándolo, tenía razón. No toda la gente de los distintos distritos tenía puntos de vista iguales, pero no por eso iba a intentar cambiarlo, no era mi estilo así que decidí dar u ligero asentimiento con la cabeza cerrando por completo el tema del arco, en algún otro momento le demostraría que era un arma muy útil y no solo un juguete o adorno.
Me tomé un momento para observarlo más detenidamente, no solía ver chicos del Distrito dos y menos hijos de un Agente de la paz.
Ahí fue cuando me di cuenta de que el chico que tenía delante de mi era bastante apuesto y de cierto modo parecido a mi hermano menor, como fuera yo nunca me dejaba intimidar por el físico, era guapo si. Pero solo eso.
Sonreí victoriosa, al menos había adivinado en algo sobre aquél chico que..¿como se llamaba..? Ah claro, Runyon.


-Era de esperarse, de ese distrito vienen la mayoría de los agentes- Cambie de posición sentándome sobre el pasto y mirando hacía arriba para poder verlo, el calor era abrasador, pero me agradaba sentirlo, los rayos pegando con mi rostro y la briza jugueteando con mi cabello era una de las cosas que gustaba de disfrutar por un rato, después de todo pronto vendrían días más obscuros..

Presione mis labios viéndolo, claro que lo estaba o eso quería creer, desde pequeña entrenando, aprendiendo el arte de la supervivencia y sabiendo cazar me permitían darme el lujo de decir: si estoy preparada.
Más no se lo haría saber, de momento ya debía de imaginárselo. -Claro que no, aún que supongo hay poca probabilidad de que te elijan ¿no es asi?- Lo miré atenta hasta que un rayo de sol me deslumbro y tuve que bajar la mirada.

Asentí con la cabeza cuando la chica mencionó que era de esperarse que mi padre fuera Agente de Paz, siendo que de mi Distrito la mayoría tenía ese trabajo; los niños, mujeres y demás se dedicaban a la producción de armas que los agentes usaban. En la escuela nos preparaban para eso, para tener una de esos dos trabajos, al menos ahora ya estaban empezando a requerir más Agentes de Paz por los cambios; pero yo jamás había tenido en mente servir de esa manera al Distrito 2, al menos mi padre me había criado con ese pensamiento. Si algún día los Juegos del Hambre iban a volver yo iba a estar ahí y al parecer eso estaba muy pronto a suceder. Reprimí una sonrisa al pensar en ello cuando la chica se sentó en el pasto; los rayos del sol pegaban en su rostro, el aire le revolvía el cabello, parecía ser inofensiva pero yo sabía que no me debía fiar. Cuando escuché su respuesta alcé una ceja, haciéndome el sorprendido pero por dentro sabiendo que lo que me decía era probablemente una mentira. ¿Qué no estaba lista? Solo había que verla con ese arco para saber que lo estaba.

- Sorprendente – dejé escapar en un susurro - ¿La hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark no está lista? Con esas habilidades tuyas con el arco dudo que tus padres no te hayan enseñado más cosas. Después de todo la supervivencia es básica – le dije con un tono ácido en mi voz, dándole a entender que no me creía que no estaba preparada. Sí, hasta yo notaba mi tono y no lo estaba controlando - ¿Por qué piensas eso? – pregunté frunciendo el ceño ya que no entendía porque yo tendría que tener pocas probabilidades de que me eligieran para los Juegos, al fin y al cabo eran las mismas posibilidades para todos ¿no es así? - Todos tenemos las mismas probabilidades de salir elegidos. Yo, tú y los demás chicos de los diferentes distritos. ¿Piensas que puedes tener más probabilidades al ser hija de tus padres? – pregunté con cierta curiosidad.