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Just stop suffering and enjoy it {Libre}
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Just stop suffering and enjoy it {Libre}
"Hoy es siempre todavía."
El día había comenzado y lo único que la consolaba era que su padre había mejorado considerablemente y ahora estaba casi recuperado, cosa que le contentaba ya que después de todo era la persona más importante para ella, podría sonar algo duro y egoísta, pero aunque su madre le importaba y la quería de igual manera, la pelirroja tenía una conexión fuerte con su padre. Se entendían a la perfección sin necesidad de palabras, tan solo con mirarse podían decírselo todo. Así que Nitya había entrado en la habitación de sus padres cuándo había conseguido levantarse-temprano, muy temprano-, había abierto la puerta con sigilo y le había observado dormir, tendido en la cama, con paños en el rostro. Los cogió y los sumergió en el cubo de madera que estaba puesto sobre la mesilla para que no estuviesen tan calientes. Quitó el exceso del agua, escurriéndolos y los alisó ligeramente, poniéndolos sobre su frente. Al menos ya no tenía delirios ni estaba tan sudado como días anteriores-habían tenido que bañarlo con agua extremadamente fría-, pero de todas maneras, ella estaba alerta. Cogió su mano, dándole un reconfortante apretón mientras observaba su rostro, su pelo negro estaba alborotado y sus ojos estaban cerrados impidiendo que observases sus orbes verdes.
Un ruido irrumpió en la habitación y la chica giró su cabeza ligeramente, era su madre, que la miraba con expresión dura e intimidante. La alzó del brazo mientras casi la sacaba a rastras y cuándo la puerta se cerró, la mujer que tanto se le asemejaba físicamente-siempre le decían que era cómo ella veinte años más joven aunque no podía decir que eran iguales en carácter, en algo tenían que diferenciarse- se pronunció.
- Nitya, tu padre intenta descansar. Además podrías enfermarte tú también. Ves fuera. Está mejor y no le pasará nada. -murmuró su madre con un tono queda, totalmente carente de énfasis o emoción aunque aquello no le quitaba fuerza, su madre nunca había sido una mujer que dijese lo que sentía, jamás le había expresado su enfado o preocupación mediante las palabras aunque sabía que ella lo intentaba mediante las acciones. No pedía más porque sabía que era incapaz, sencillamente era así y nada podría cambiarla. Al menos no a esas alturas. Asintió con la cabeza y se alejó mientras se dirigía a su cuarto, abrió su armario, cogiendo un vestido color lavanda-muy claro-, algo viejo y porque no decirlo, también algo deshilachado, pero que serviría de todas formas, de todas maneras no pensaba ir a ningún sitio en especial, no necesitaba ningún traje de gala. Se lo puso encima y sin esperar a peinarse abrió las ventanas y limpió la casa; barriendo, fregando los pocos platos que habían sucios y mochando cada una de las habitaciones-excepto la de sus padres, en las que ambos se encontraban. Mañana ya limpiaría con más profundidad.
Esperó a que el suelo se secase y cuándo lo hizo, se acercó a la despensa, mirando su interior. Estaba realmente vacía, solo había un trozo de pan que no tardaría en secarse, algo de agua fresca y una petaca de ginebra. Suspiró ligeramente mientras notaba un vacío en el estomago que estaba acostumbrada a notar y se dio cuenta de que hoy iba a pasar hambre. Se incorporó y vio a su madre saliendo de la habitación mientras se sentaba en la silla con una tranquilidad envidiable.
- No queda nada para comer –murmuró Nitya mientras la miraba esperando una reacción, un atisbo de preocupación en su mirada, sencillamente algo.- Aún tengo algo de carne bien guardada, le haré un caldo a tu padre dentro de nada. Come el trozo de pan si quieres, estás empezando a adelgazar mucho –comentó la mujer mientras hacia una mueca de desaprobación hacia su hija, sacando el plato dónde reposaba el pan.- No, madre. Tú siempre estás cuidando de papa, necesitas energías para no caer enferma. –dijo la pelirroja, negándose a probar bocado, su madre era capaz de no comer en una semana para alimentarla a ella. Ya llevaba al menos un par de días sin comer apenas y no iba a descuidar la salud de su progenitora ni aunque le rugiesen las tripas con fuerza.- Eres una cabezota. Pero está bien, de todas formas, tengo algo para ti Ginge. –replicó su madre con los brazos en asa mientras una sonrisa fugaz invadía su rostro. Aunque ambas eran pelirrojas, su madre la denominaba así cariñosamente, no creía que nadie lo supiera ni tampoco le hacía ningún tipo de ilusión para ser sinceros. Dejó un billete de tren sobre la mesa, que iba concretamente al Distrito 1. Nitya alzó la cabeza sin entender nada mientras cogía los billetes y una bolsa de tela de había justo al lado sin replicar.- Tu tía me ha dicho que ella tiene un par de plantas medicinales que le vendrían bien a tu padre, yo no puedo ir, así que tendrás que ir tú –murmuró sin dejar lugar para que replicase, así que sujetando la bolsa, Nitya se calzó su porta dagas–el cuál iba sujeto a una especie de cinturón y en su interior estaba la daga- ajustó el cinturón en su muslo y lo escondió muy bien bajo su vestido mientras se despedía de su madre.
Salió de casa y cuándo menos lo esperaba, ya estaba subida en el tren. Le quedaba un buen rato para llegar y probablemente-más bien, seguro- tendría que quedarse en casa de su tía a comer, quizá también a dormir. Se apoyó en su asiento y el largo trayecto incluso consiguió hacer que durmiese, tuvo suerte de despertarse un poco antes de que se detuviera. Se alzó, cogiendo sus cosas y bajó del tren mientras caminaba rumbo a la casa de su tía, pero se encontraba ligeramente desorientada y al atajar por un lugar equivocado, acabó en la playa. Qué desastre, pensó ella. Al menos podría disfrutar de esas preciosas vistas, de la brisa del mar. Se sentó sobre la arena, algo alejada del agua mientras observaba el lugar como si estuviese hipnotizada, sin duda el mar era hermoso, no tanto como el del distrito vecino del suyo, pero era bonito. En un rato, se levantaría y volvería a buscar la casa de su tía, pero de momento conservaría la imagen del mar cristalino, de su olor a sal.
Un ruido irrumpió en la habitación y la chica giró su cabeza ligeramente, era su madre, que la miraba con expresión dura e intimidante. La alzó del brazo mientras casi la sacaba a rastras y cuándo la puerta se cerró, la mujer que tanto se le asemejaba físicamente-siempre le decían que era cómo ella veinte años más joven aunque no podía decir que eran iguales en carácter, en algo tenían que diferenciarse- se pronunció.
- Nitya, tu padre intenta descansar. Además podrías enfermarte tú también. Ves fuera. Está mejor y no le pasará nada. -murmuró su madre con un tono queda, totalmente carente de énfasis o emoción aunque aquello no le quitaba fuerza, su madre nunca había sido una mujer que dijese lo que sentía, jamás le había expresado su enfado o preocupación mediante las palabras aunque sabía que ella lo intentaba mediante las acciones. No pedía más porque sabía que era incapaz, sencillamente era así y nada podría cambiarla. Al menos no a esas alturas. Asintió con la cabeza y se alejó mientras se dirigía a su cuarto, abrió su armario, cogiendo un vestido color lavanda-muy claro-, algo viejo y porque no decirlo, también algo deshilachado, pero que serviría de todas formas, de todas maneras no pensaba ir a ningún sitio en especial, no necesitaba ningún traje de gala. Se lo puso encima y sin esperar a peinarse abrió las ventanas y limpió la casa; barriendo, fregando los pocos platos que habían sucios y mochando cada una de las habitaciones-excepto la de sus padres, en las que ambos se encontraban. Mañana ya limpiaría con más profundidad.
Esperó a que el suelo se secase y cuándo lo hizo, se acercó a la despensa, mirando su interior. Estaba realmente vacía, solo había un trozo de pan que no tardaría en secarse, algo de agua fresca y una petaca de ginebra. Suspiró ligeramente mientras notaba un vacío en el estomago que estaba acostumbrada a notar y se dio cuenta de que hoy iba a pasar hambre. Se incorporó y vio a su madre saliendo de la habitación mientras se sentaba en la silla con una tranquilidad envidiable.
- No queda nada para comer –murmuró Nitya mientras la miraba esperando una reacción, un atisbo de preocupación en su mirada, sencillamente algo.- Aún tengo algo de carne bien guardada, le haré un caldo a tu padre dentro de nada. Come el trozo de pan si quieres, estás empezando a adelgazar mucho –comentó la mujer mientras hacia una mueca de desaprobación hacia su hija, sacando el plato dónde reposaba el pan.- No, madre. Tú siempre estás cuidando de papa, necesitas energías para no caer enferma. –dijo la pelirroja, negándose a probar bocado, su madre era capaz de no comer en una semana para alimentarla a ella. Ya llevaba al menos un par de días sin comer apenas y no iba a descuidar la salud de su progenitora ni aunque le rugiesen las tripas con fuerza.- Eres una cabezota. Pero está bien, de todas formas, tengo algo para ti Ginge. –replicó su madre con los brazos en asa mientras una sonrisa fugaz invadía su rostro. Aunque ambas eran pelirrojas, su madre la denominaba así cariñosamente, no creía que nadie lo supiera ni tampoco le hacía ningún tipo de ilusión para ser sinceros. Dejó un billete de tren sobre la mesa, que iba concretamente al Distrito 1. Nitya alzó la cabeza sin entender nada mientras cogía los billetes y una bolsa de tela de había justo al lado sin replicar.- Tu tía me ha dicho que ella tiene un par de plantas medicinales que le vendrían bien a tu padre, yo no puedo ir, así que tendrás que ir tú –murmuró sin dejar lugar para que replicase, así que sujetando la bolsa, Nitya se calzó su porta dagas–el cuál iba sujeto a una especie de cinturón y en su interior estaba la daga- ajustó el cinturón en su muslo y lo escondió muy bien bajo su vestido mientras se despedía de su madre.
Salió de casa y cuándo menos lo esperaba, ya estaba subida en el tren. Le quedaba un buen rato para llegar y probablemente-más bien, seguro- tendría que quedarse en casa de su tía a comer, quizá también a dormir. Se apoyó en su asiento y el largo trayecto incluso consiguió hacer que durmiese, tuvo suerte de despertarse un poco antes de que se detuviera. Se alzó, cogiendo sus cosas y bajó del tren mientras caminaba rumbo a la casa de su tía, pero se encontraba ligeramente desorientada y al atajar por un lugar equivocado, acabó en la playa. Qué desastre, pensó ella. Al menos podría disfrutar de esas preciosas vistas, de la brisa del mar. Se sentó sobre la arena, algo alejada del agua mientras observaba el lugar como si estuviese hipnotizada, sin duda el mar era hermoso, no tanto como el del distrito vecino del suyo, pero era bonito. En un rato, se levantaría y volvería a buscar la casa de su tía, pero de momento conservaría la imagen del mar cristalino, de su olor a sal.
Nitya P. Keene
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